Un día, de noche, sentado en mi cama te revelaba mis secretos más íntimos. Fue un día y era de noche.
No te conocía, pero ardía algo en mí que aún sigue ardiendo y que me obligaba a decir las primeras palabras que mi sentir me pedía. Aún trato de hacerlo, pero ya no estoy sentado en mi cama, y aunque hablo contigo, tú no me puedes escuchar. La primera vez que te abrí mi alma, no sabía quién eras, ni casi como era tu rostro, ese que con el paso del tiempo hice tan mío que con sólo cerrar mis ojos era capaz de verlo e incluso podía llegar a sentirlo.
Un día, de noche, yo soñaba con conocerte, con poder tener esa conversación nocturna todos los días de mi vida, el uno sentado junto al otro, en la misma cama, todos los días, todas sus noches.Tus preguntas me sorprendían, pero no había puertas en mi corazón, o si las había estaban abiertas de par en par y no pude parar a mis sentimientos que se convirtieron en palabras y mis palabras en respuestas. Un día, de noche, mientras pasaba el tiempo no había nada que me importara más que esa conversación, cada palabra de tu boca revoloteaba en mí y se iba almacenando donde se almacenan los grandes recuerdos.
Un día, de noche, estaba junto a ti, pese a la distancia, porque así lo sentía, porque así también tú lo sentías. No había nada entre nosotros, una promesa, un querer vernos, y un deseo de conocernos tan grande que sólo un loco pudo darse cuenta de aquello. Un loco que con sólo ver nuestras caras supo de lo especial de las miradas, de lo dulce de las sonrisas y de lo bonito de la locura de nuestros corazones. Un día, de noche.
No un día cualquiera, el día en el que me hicieron una pregunta que nadie me había hecho antes, o por lo menos de esa manera. Yo te respondí, aquel día, aquella noche. Te sorprendió mi respuesta y a la vez te gustó. Convivimos con ella, para lo bueno y para lo malo. Para mí aquella respuesta, de aquel día, de aquella noche, sentado en mi cama mientras tú estabas en tu casa, con el teléfono en la mano, fue “nuestra respuesta”. Aunque nunca te lo dijera, como otras tantas cosas que me guardé siendo para ti. Un momento más para algunos, quizás algo insignificante, para mí no. Un día, una noche, una pregunta con su respuesta sincera, me llenó por completo e hizo que quisiera vivir contigo el resto de mi vida. Todos sus días y todas sus noches.
Hoy es de noche, pronto se hará de día y siento que no he cumplido con mi respuesta, siento que todo lo que implicaba ese sentimiento no lo defendí, no luché por ello y perdí mi locura. Esa locura que se convirtió en mi querer vivir la vida, esa misma locura que se marchó sin darme cuenta, transformando todo en una realidad que no quería. Realidad que dejó a este loco sin su locura, locura que al fin y al cabo era su realidad. Esa realidad de unos locos que querían que un sentir surrealista llenara sus almas. Sólo eso.
Un día, una noche, en la que tanto gané.
Un día, una noche, en la que todo lo perdí.
Y entre medio, muchos días, muchas noches en los que disfruté siendo feliz junto a ti.
canijo de triana says
17 marzo, 2011 at 15:11Una vez leido, releido y rereleido solo diré que me gusta y me encantan las locuras reales que tantas veces han pasado en sevilla y que no tardaran en repetirse mucho 🙂 no creo que hayas perdido todo en una noche, tu mas que nadie sabes aquella frase loca y real que tanto nos dio: Solo se pierde cuando se deja de luchar ¿Vas a dejar de luchar? tu nunca has sido de esos, yo tampoco, y despues de esta locura momentanea me voy a mi realidad o no 😉
el filosofo says
17 marzo, 2011 at 16:05Gracias Canijo, sabes que siempre fui un loco que no perderá su locura, aunque una parte de ella se haya ido…un beso!!
Nando9 says
18 marzo, 2011 at 23:27sale el sol por la mañana…por la mañana sale el sol…
el filosofo says
20 marzo, 2011 at 01:04eso dicen Fernando…pero aunque el sol salga todos los días, no todos los pueden ver!