Salgo de mi casa, en una calle que lleva por nombre la de un santo sevillano, como no podía ser de otro modo, santo y partícipe de la triada de personajes que conforman la esquina superior izquierda del escudo de mis amores, en temas deportivos y marcho en busca de MoraDama para dar un paseo por esas calles de Sevilla, de las cuales poco a poco se va enamorando.
El camino más corto me lleva a pisar mínimamente la Avda. de la Cruz Roja y atravesar esos adoquines a cuadros de la calle Albaida. Después de decirle adiós a Pepe el cocinero -¿no lo conocéis? Pasad un día por la cervecería EDU y ya veréis los montaítos, el arroz y los caracoles que tiene. Eso sin pensar en ese peassso de picante que quita “tol sentío”- Prosigo mi camino, siempre de frente, como las buenas cuadrillas, y haciendo un mínimo giro me topo con el personaje en cuestión. La calle de otro Pepe, pero a éste le llamaban José y por apellido, Amador de los Ríos.
Este jaenero de nacimiento, se realizó como estudiante a callo entre la ciudad de los califas y Madrid. Entre ambas ciudades estudió Humanidades, Filosofía, Bellas Artes, francés, italiano y Literatura. Ya con 20 años recién cumplidos, se trasladó a la que sería la ciudad de su vida, a la que vino a morir 4 décadas después.
En Sevilla se dedicó al estudio histórico y a la literatura, publicando varios ejemplares de poesía así como su obra “Sevilla pintoresca” dónde reunió un estudio de todas los monumentos más importantes de la ciudad. Años después realizó el mismo trabajo pero ahora con Toledo como protagonista.
Posteriormente se trasladó, nuevamente a Madrid y aquí es dónde llega el detalle más curioso de este señor, fue profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Complutense de Madrid y lo más relevante para nosotros; dio clases a varias calles de Sevilla: Antonio Cánovas del Castillo, Emilio Castelar, José Canalejas, otro Pepe, Leopoldo Alas y Marcelino Menéndez y Pelayo. Es decir, que nos paseamos por toda la zona de la Anchá de la Feria y llegamos al Prado de San Sebastián gracias a Marcelino… Tres grandes políticos de la II República, aunque a Marcelino se le recuerda más por sus dotes con la pluma, llegando a ser Miembro de la Real Academia Española, sin abandonar, como he dicho antes, sus cargos políticos en las Cortes.
Pues al igual que Menéndez y Pelayo, “Pepe” Amador de los Ríos, fue miembro de una Real Academia, esta vez en la de Historia. En ese período de tiempo hace amistad con otra calle de la zona de la Feria, en este caso, paralela a la Anchá, justo por detrás de la Iglesia de Omnium Sanctorum, calle que siempre recordaré apagada, sólo con las luces que salían de algunos bajos y ese izquierdo por delante del Carmen Doloroso, un Viernes de Dolores cualquiera cuando ya daba paso al Sábado de Pasión… Alberto, sacerdote, matemático y periodista que tuvo que huir a Francia antes de que Riego triunfara. Allá estuvo al frente de varios periódicos y colaboró con otros tantos. Bajo el mandato de Isabel II y ya de regreso en Madrid fue director deeLa Gaceta de Madrid y La Estrella. Otro sevillano ilustre…
Continuando con José Amador de los Ríos decir que sus estudios de Historia fueron aprovechados con posterioridad por Menéndez y Pelayo haciendo de Francisco de Ariño, es decir, de continuador de “Pepe”.
NOTA: Para los que os hayáis perdido por una de estas calles os diré que perpendicular a la calle Arroyo, a un lado está la calle Amador de los Ríos y que su continuación por el otro lado de Arroyo es Francisco de Ariño…
Continuando con mi caminata camino de casa de Moradama y cuando Francisco de Ariño acaba, nos encontramos con la Iglesia de San José Obrero y el resto del camino , lo mismo os lo cuento en otro post para que el paseo no se haga demasiado pesado.
Por cierto, en el Altozano nos podemos encontrar con un azulejo a la memoria de Francisco de Ariño y su obra literaria más importante.
si ya es precioso pasear por Sevilla…más bonito es leer cosas y darte una vuelta por tu imaginación llena de recuerdos… Gracias!