Hoy seis de Julio, con más de treinta grados a las 00:45h me dispongo a recordar un icono, un personaje, un actor, un mito…
Hoy seis de Julio recupero una sección que empezó en La Morada allá en los inicios cuando nos leían cuatro gatos y medio, y uno de ellos se la mía…
Hoy seis de Ju lio vuelve a inaugurarse la sección que nunca llegó a cerrarse oficialmente de los Dioses de La Morada.
Si recordáis la filosofía de esta sección, aquí deidades las justas, aquí como ya dejé claro en el post FE, lo importante son las personas, personas reales, o personajes de ficción que perfectamente representaban unos valores, y que sobre todas las cosas cumplían con el único mandamiento que se le exige a todo miembro de esta tribu: hacer felices a los demás.
Hoy, vuelven los dioses, y lo hace el día que cumple 65 años, pero el personaje, no el icono, ni imaginar que sea el mito…hoy cumple 65 años su creador. Esa persona que decidió un buen día crear un personaje, un mito, una leyenda y que de forma sublime interpretó en la gran pantalla. Hoy cumple 65 años Silverter Stallone, uno de esos actores que tiene sectorizados los gustos. Los hay que dicen que es lamentable, otros que tiene alguna película o actuación buena y otros entre los que me incluyo, que piensan que es un dios; uno de esos que encaja perfectamente en La Morada.
¿Y por qué? Pues muy sencillo, aunque complejo a la vez. Allá por los albores de la década de los 70, este decente actor, hasta la fecha, tuvo la brillante idea de crear un guión que la inmensa mayoría de los mortales piensan que es de boxeo. Parte de razón tendrán, ya que hace pocas fechas, ROCKY ha pasado a formar parte del Hall of Fame del Boxeo, según el Consejo Internacional de dicho deporte. Pero más allá de un saco perdido en un mugroso gimnasio y unos guantes, de una escupidera de lata en el rincón de un viejo cuadrilátero y un cascarrabias entrenador, aparece en escena la humildad hecha carne, la sencillez del que poco le pide a la vida y se conforma con lo que posee, el envilecimiento que conlleva esta situación, la cual con mucho se pudiera parecer a la decencia… Y aparece un joven boxeador de suburbios, de ring dónde lo que menos se practica es la nobleza del boxeo , un chaval acabado que se “deja” pegar por unos míseros dólares que conforme los recibe, los entrega en una recatada casa cuya única misión es resguardar la pecera dónde viven sus dos lindas tortugas.
Silvester, allá por 1976 estrenó lo que se podría llamar “Lo que el viento me trajo” o “Un tranvía llamado constancia”… A este icono de sencillez, timidez y llaneza, sin querer y por eso que se dice en mi tierra de estar en el lugar adecuado a la hora precisa le tocó la tómbola en forma de combate contra el “invencible” Apollo Creed, el cual representa, inicialmente, todos los pecados capitales: soberbio como nadie gracias a su poder, fama y riqueza. El Campeón de los Pesos Pesados, aún sigue siendo un icono del Merchandising, y una máquina de vender, lo cual lo lleva a ser avaricioso como el que más. Es por aquello que dicen que el “que tiene quiere más”…el pobre lo traduce en “el dinero llama al dinero…” Y claro está, en estos casos y creyéndose el Rey del Mambo, la lujuria y la gula en forma de fiestas y su pereza a la hora de entrenar son consecuencia de todo lo anterior. ¿Qué ocurre? Pues que el menesteroso se encuentra ante la oportunidad de su vida, pero no de ganar, ni mucho menos de competir; su único afán, como bien le enseña su entrenador, es no caer malherido en alguno de los primeros asaltos…
A todo esto hay que unir el factor clave de todo buen hombre…su pareja, su amor. Una pequeña, dulce y tierna damisela que se esconde avergonzada detrás de unas terribles gafas de pasta. Una chica de pueblo que vive para dar de comer a sus animalitos en la pajarería, y a su otro animal, su hermano, el más pesado del mundo… Como consecuencia de todo esto aparece la simbiosis, entre el chico tímido que va de duro por ser boxeador, pero que es un “cacho” de pan, y la inocencia de la que nada conoce y que le hacen gracias todas las payasadas del individuo. Poco a poco se fraguó una relación tan determinante en la vida de ambos que ninguno era nada sin el otro. Uno echaba “palante” mientra sella lo frenaba, él le ayudó a élla a sentirse querida y a quererse y valorarse… ¡¡¡La pareja perfecta!!!
Tan determinante es el amor en la casa del pobre, que él nada puede hacer para concentrarse en su entrenamiento, en su camino hacia la “muerte” tras una pequeña pelea en la que Adrian le dice que no pelee que lo va a matar…
Horas y horas y huevos crudos al traste… la constancia sólo vale con concentración para lograr llegar a la meta final. Su constancia… mientras al otro lado del cuadrilátero de la vida, Apollo termina de completar el septeto pecador tras ver un pequeño vídeo de ROCKY en el que el bueno del potro italiano se entrena en una cámara frigorífica golpeando los costillares de una pobres vacas… La envidia al ver que “su rival” se ganaba al pueblo con constacia y trabajo se transformó en ira cuando su entrenador le dijo que tendría que entrenar y tomarse las cosas con menos soberbia ya que veía un halo especial en aquel “sparring”.
Poco tenía por lo que luchar Rocky, ya que su Adrian le dijo que lo iban a matar… Pero claro, un poco de ficción en la vida real nos gusta a todos y por cosas de las mujeres, entiende que es la única oportunidad que va a tener su, ya, prometido, y le dice en aque horrible sofá que vaya, que luche que pelee que le gane… (Siento que no oigáis el ta tan tam, ta tan tam…porque yo ya tengo los pelos de punta…) Y llegó el día, justo antes del combate, un rezo sincero de rigor, unos pantalones negros feos y una bata con publicidad que le regala su cuñado con todo el cariño, aunque sea el peor regalo posible…
Y comienza el show -¡¡gongggg!! Primer asalto. Aún con el recuerdo en la retinas por el espectáculo protagonizado por Apollo en su entrada, el nerviosismo se apodera de ROCKY. Está ante la oportunidad de su vida. No se defiende, los brazos caídos…se tambalea tras dos golpes certeros de Apollo y cae… Se acabó el sueño!!! Esperen… la constancia en sus entrenamientos se transforma en orgullo, en ese amor propio que todos llevamos dentro y que los ganadores sacamos cuando más lo necesitamos. Ya duelen menos los golpes, se atreve a responder, un-dos, un-dos, empuja a Apollo hacia las cuerdas y golpea de forma incansable. La fe, el orgullo, el amor propio se convierten en el mejor martillo pilón contra un pecador el cual, como todos los que tienen dinero, se salva por la campana…
A partir de ahí sucesión de golpes en ambos lados, lucha titánica entre el trabajo, el sacrificio y la constancia frente a la chulería la soberbia y la pereza… ¿quién gana?
Nota: si aún no ha visto esta película ganadora del Oscar a la Mejor en 1976, deje de leer…
Para los que habéis tenido la suerte de ver que el combate acaba en nulo… quedaos solamente con el último diálogo entre ambos púgiles: Apollo le dice a Rocky que no habrá revancha, que no habrá otro combate. (había sufrido la mayor de las palizas de su vida, añadida a la vergüenza de que un don nadie, pero muy trabajador le había podido). Peor aún mejor es la respuesta de Rocky…”No la necesito” (él había conseguido aguantarle todos los asaltos al gran campeón, la constancia, el trabajo, el orgullo y el amor propio habían hecho posible el milagro de no caer)
Moraleja: sacrificio, orgullo, amor propio y mucha constancia y dejen a los soberbios con su avaricia y verán que pronto se convierten en envidiosos…Ah!!! Y siempre con su Adrian de la mano…
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