Qué importa la edad si cuando lo necesitas está a tu lado, consolándote, animándote y sobre todo, entregándote toda la sabiduría que da, el paso de los años.
¡Yo tuve la gran suerte de conocer a ese hombre!
Desde que mis ojos vieron por primera vez la luz, lo tuve a mi lado. Como su vivienda estaba pegada a la mía, estaban las dos familias muy unidas. Gran amigo de mi padre, con el que se llevaba de maravilla y compartieron tantas cosas…
Mi madre encontró el apoyo necesario en esos momentos dolorosos por culpa de las necesidades económicas que padecíamos, de esa señora que se llamaba “Aurora”, y que nos brindó junto con el resto de su familia, su casa y su cariño, y muchas veces hasta de sus alimentos. Yo pasaba casi más tiempo en casa de esta familia que en la mía, donde comía, dormía y donde fui creciendo y queriendo a esa maravillosa familia. Recuerdo como esperábamos sus hijas y yo a que llegase ese buen hombre, llamado “Alonso” cargado con su gran canasto (el que usaban todos los ferroviarios), y que siempre traía alguna sorpresa para su familia, de la cual yo participaba.
En ese canasto, multitud de veces lo traía lleno de bellotas, manjar que disfrutábamos todos. Debajo de una de las camas, era el sitio destinado para el gran canasto, y lugar donde yo me metía y me ponía “moráo” de bellotas.
Alonso, tenía un peculiar silbido, al que acudíamos muchos niños de la casa, porque para todos tenía algo de cariño.
Fui creciendo y desgraciadamente llegaron malos momentos para mí, desde la muerte de mi padre donde nunca me faltó esa mano donde me pudiera apoyar para combatir el dolor. Y como donde entra la desgracia no para hasta que te deja destrozado, también mi madre caminó hacia ese destino, donde desgraciadamente solo dejas el recuerdo de tu paso por esta noria que es la vida.
Pero a pesar de las desgracias, tuve que dar las gracias a ese Crucificado que está al final de Triana y a su Santa Madre, porque tuve la gran fortuna de seguir contando con la ayuda de este gran hombre y que dado mi corta edad, me sirvió de faro para esos momentos donde mis caminos se oscurecieron.
Por circunstancias las dos familias tuvimos que abandonar las viviendas que teníamos en esa casa de vecinos” la más alta de la calle Castilla” y que tantos recuerdos tenía por lo menos para mí, y trasladarnos a la zona de Santa Cecilia. Por la cercanía de nuestras nuevas viviendas estábamos de nuevo a dos pasos, y todos los mediodías me pasaba a visitarlos y poder seguir disfrutando de sus cariños y de sus sabios consejos.
Recuerdo con mucho cariño cuando de soldado salía de Tablada y aunque cansado me dirigía a su casa, para tomarme “ese vaso de vino, y que gracias a él pasábamos un rato de charla”. (Cuánto me acuerdo de aquellos ratos).Pero como las personas buenas también se marchan, una madrugada recibí la llamada telefónica maldita, donde me comunicaron que el cirio de su vida, se había apagado. Sobre mis hombros lo porté en su despedida de esta mierda vida, sin ni siquiera querer rozar su féretro, para no perturbar su sueño.
En el recuerdo a mi gran amigo Alonso.
¿Qué es la vida?
Mar de obscuridades,
Laberintos de problemas sin fundamentos
que conduce a un camino muerto
que simplemente, huele…
Simplemente MARAVILLOSO. Me parece, que a todo aquel que haya leido o lea estas lineas, le habras transmitido lo mismo que a mi. No me queda otra palabra que no sea la de mi comienzo; MARAVILLOSO
Woooooow profundo transmitiendo sentimiento me encanto !!
Me he emocionado, preciosas palabras y cuanto sentimiento desde la primera línea…….