Una nueva partida comienza. Comienza, la partida final…
Blancas y Negras se citan en el tablero de la vida. Como en todos los ámbitos de esto que llamamos transcurrir de los años, siempre los peores por delante, las torres atrás y colocadas de forma lateral; la foto típica…
El Rey y su primera dama a buen recaudo, y mientras, los caballos trotando y haciendo piruetas en forma de L. Los caballeros mejor dotados para la guerra se disponen a defender a su Señor, a su amo.
Yo juego con negras. Sale él, jugada típica; el primer peón, el peor de los suyos por delante, dispuesto a todo, a pecho descubierto…poco que perder; su vida nada vale sin un sacrificio que recordarán sus nietos. Cargado de dinamita da un paso adelante mientras esperan temerosos los mandamás coronados. Curiosa historia; la historia típica…
El Rey que venza será el ganador cuando sin duda, será el menos expuesto, ¿el mejor estratega pues? No dudéis: ¡NO!
Al movimiento del peón más blanco le responde el andar audaz y decidido de otro nacido para morir aunque su color sea otro.
Así transcurre la historia en el tablero de la vida. Blancos y Negros, todos los blancos van cayendo, nadie siente sus pérdidas más allá de que su caída implica el avance de las tropas por orden inverso de sucesión al trono.
Es mi turno, es la hora, el alfil negro, el más cualificado de ellos, el menos silencioso. Movimiento inesperado, giro a la izquierda, y las tropas montadas de su Majestad se sienten indefensas ante el revés histórico de mi movimiento. El tablero deja de ser horizontal; todo está cuesta arriba, ¿o tendría que decir cuesta abajo?
Mi movimiento ha sido un mal ataque, muy pensado aunque a la vez que poco esperado. El hueco dejado en la barrera negra la aprovechan los Blancos para llegar hasta el trono más real, el más tirano.
Todos mis hermanos blancos se regocijan en la victoria. Mis hermanos negros secuestrados me odian. Mi nombre es gritado a los cuatro vientos, me tachan de traidor, desconociendo que todo lo he hecho por ellos.
El Rey Negro antes era blanco por dentro y se convirtió en un demonio de corazón carbonizado y olor a azufre. Por suerte, sigo en pie. Mi fachada negra oculta un espíritu blanco. Mi movimiento era la jugada secreta, el AS escondido en la manga del más audaz jugador.
Una pequeña traición que nos traerá un reinado blanco, puro, limpio. El pueblo ha ganado…
Nunca una fachada de demonio fue mejor utilizada…Larga vida a los Negros de corazón Blanco.
el filosofo says
15 septiembre, 2011 at 23:44me encantan las partidas, se ganen o se pierdan, porque siempre se gana algo en cada una de ellas. No me gusta la traición, no aún para conseguir el mejor de los bienes… porque si se gana traicionando, el pueblo no gana si no pierde.
Un abrazo Guerrero, de tu parte negra o blanca? o una mezcla…cosas