Su mirada fija y penetrante no puede parar de mirarla. Sus ojos se clavan en los suyos, sus manos rozan levemente y solo con las yemas, la palma derecha de su acompañante, su respiración lleva el compás de la suya, y su corazón…su corazón late con una fuerza increíble, dejando ver como su pecho da leves golpecitos arriba y abajo.
Él sostiene un libro en sus manos, ella parece que lo escucha mientras su mirada se pierde poco a poco en el verde jardín que los rodea. A veces lo mira, otras ríe, algunas se entristece… pero él sigue leyendo, sin pausa, manteniendo un ritmo lento, cariñoso y sobre todo un tono muy, muy hondo.
Página tras página, ni un suspiro para descansar, ni un movimiento para estirar las extremidades, ni un pestañeo…total y extrema concentración en el libro que sostienen sus ancianas manos, total y extrema concentración.
De repente una mirada lejana, unos pasos cada vez más cercanos. “Noa, es hora de marcharse, su esposa debe comer algo” Él, sin protesta ni enfado, se levanta con torpeza de su asiento, un banco duro y frío como el mármol, agarra con su mano derecha el libro, que guarda con un movimiento rápido pero para nada brusco bajo su brazo izquierdo, para seguidamente aferrarse a su bastón de madera color azabache, reluciente porque ha sido recién barnizado.
Se dispone a caminar, solo deja que sus ojos, tras sus gafas redondas y gruesas, la miren una vez más antes de marcharse. La observa durante un minuto escaso, y una lágrima se derrama de sus ojos. Los aprieta con fuerza, y con un movimiento más brusco de lo habitual, se da la vuelta para marcharse con paso torpe tras los verdes jardines.
La enfermera comienza a hablarle a la mujer, que todavía sigue sentada en el banco con la mirada perdida entre los árboles. Se digna a levantarse de muy mala manera, se aferra con fuerza al brazo de la joven muchacha que ha ido, minutos antes, a buscarla, y la acompaña hasta el comedor.
Sus ojos, abiertos pero sin conseguir ver nada todavía, se posan en la ventana. Primero el pie derecho, para empezar bien el día, y seguidamente el izquierdo, calzan esas zapatillas de cuadros que todo el mundo tiene en el pueblo. Una ducha fría, un rápido desayuno, bastón, libro…las 8 de la mañana, y Noah ya está esperándola. Sentado en aquel banco, solo recuerda el nombre grabado en la puerta de los jardines Residencia para ancianos con alzheimer .
Mira a su derecha, allí está ella, acompañada de nuevo por la joven muchacha con bata blanca. Se sienta a su lado, le da la mano, abre el libro y dice “Marie, vamos a seguir leyendo mi diario. Hoy toca el día de nuestra boda” le sonríe, y comienza a leer.
Un suspiro ahogado sale desde lo más hondo de mi garganta, mientras mi mano se desliza con dulzura sobre mi mejilla mojada. Una canción se escucha en los altavoces, y mi mano agarra el mando para con suavidad apretar el botón de apagar.
el guerrero says
8 septiembre, 2011 at 00:24Si no hubieses apretado el botón de apagar y hubiese continuado la historia, sin duda que esa lágrima sería protagonista en mi cara, también.
Fantástica redacción y muy tierno tu escribir…
valkana says
9 septiembre, 2011 at 01:22La verdad es que no sé el porque me dió por escribir este post, pero cuando vi esta pelicula se convirtió en una de mis favoritas. Recordé el antiguo post que escribió Moradama sobre el alzheimer y lo enlacé con la película. Quise darle otro punto de vista, con respeco a la forma en que está escrito. Es cierto que solo una escena de las que nombro salen en la pelicula, pero me gustó eso de dramatizar un poco una sola escena inventandome mas detalles de esta. Espero que les haya gustado, y que no lo vean «extraño», ya que ¿porque no se puede dedicar un post a una pelicula? Gracias
el guerrero says
9 septiembre, 2011 at 10:59Claro Valkana. Se puede escribir sobre lo que te apetezca. Por aquí hay un homenaje a Kubrick, ejemplificado en su Naranja Mecánica…
Besos.