Tarde o temprano tenía que suceder. Al fin llegó ese momento que, conscientemente o de una manera inconsciente, he retrasado tantos años. Muchas veces había pensado en hacerlo y la pereza me echaba hacia atrás en mi disposición. Y ahora que ya lo hice creo que tal vez todo fueron escusas que yo misma inventaba para no llevar a cabo esa tarea, para no romper el último vínculo.
Ya habías sufrido algunos cambios. Te quitaron de la vista algunas de mis cosas. Ocuparon algunas de tus partes con objetos que nada tenían que ver conmigo. Pero pese a todo se notaba mi presencia y todavía sentías que era tu dueña. En dos ratitos fui eliminando todo lo que quedaba de mí entre tus paredes. Lo primero que hice, tras dedicarte una amplia mirada, fue descolgar esa especie de pergamino de tela con las letras (con decoraciones asiáticas) que leídas de arriba a abajo reflejan mi nombre. ¿Por qué dejarlo para el final? Desde ese mismo instante nadie que no conociese el piso podría entrar y saber al instante que eras de REBECA. Quedabas libre de nominaciones pero aún seguías mostrando mi historia. Ahora sería necesario indagar un poco más, fijarse en cada detalle, rebuscar en cada rincón para descubrir a quién pertenecía todo aquello.
Lo que, sin duda alguna, tenía que ser el siguiente paso lo llevé a cabo de una manera algo más parsimoniosa. Primero, yo misma tuve que rebuscar para encontrar esa cajita que tenía guardada en uno de los dos huecos del que fue mi escritorio y que siempre han estado bien escondidos por la que fue mi cama. Tras dar con ella fui descolgando una a una las medallas que decoraban una de tus paredes, eliminando así de tu historia esa parte de mi vida. De esa manera quedó casi desnuda totalmente, sólo quedaba lo que no era mío, aquella mosca que me acompañó día tras día y que es la única que ha visto todo lo que ha ocurrido entre tus cuatro paredes. Su destino no me pertenece.
Vacié los dos rincones antes descritos, de manera que aquella cama ya no guardaría más ningún secreto mío. Estaban llenos de recuerdos y de muestras de acontecimientos pasados. Los recuerdos fueron guardados y las simples muestras de aquellos años escolares, de aquellas clases olvidadas, de los gustos que tenía aquella niña forman hoy parte de un contenedor de deshechos. Y más arriba de los dos huecos, hoy libres de carga, se encontraban las muñecas que fueron llegando poco a poco y haciéndose dueñas de aquel rincón totalmente diseñado para ellas. Muñecas que vestían con las ropas características de la ciudad donde mi abuela las había comprado y que me entregaba a la vuelta de sus numerosos viajes. Muñecas que ya no son de mi propiedad y que espero encuentren otras manos que quieran cuidar de ellas. De esa manera, dos estantes quedaron libres y por lo tanto también fueron retirados de tus paredes.
Sólo quedaban tres cajones y otro par de estanterías llenas de libros. Aligeré totalmente los cajones, dejando aquel escritorio diseñado para ti y para mí, hecho perfectamente a tu medida y adecuado para que yo pudiese utilizarlo cómodamente y llenarlo de útiles de aquellos tiempos. Y en las estanterías dejé los libros y algunos objetos decorativos que serán retirados cuando el pintor vaya a terminar de borrar cualquiera de las huellas que hayan podido quedar en ti.
Aquel día se rompió definitivamente nuestra unión. Quedaste liberado de mi historia a la espera de otra vida. Algún día futuro se volverán a llenar tus paredes, compartirás nuevos momentos con otra persona que, poco a poco, irá llenando mi vacío.
Ley de vida…unos van, otros vienen. Lo importante es que no olvides nunca todos aquellos instantes vividos tanto en su interior, como aquellos que decoraban sus paredes. Sin ti, ella, solo es un espacio con 4 paredes…
En el vacío de la habitación
tú quedabas libre.
Has dejado de ser sedentaria. Te preparas para moverte, donde sea, donde quieras; llevando contigo los recuerdos e irás escribiendo tu historia, por lo pronto con este blog.