«Abu, abu, cuentanos otra historia de esas de guerreros…» «Pero hoy no será del guerrero de La Morada» -joooo- dijo el peque con el pucherito puesto. «No pongas esa cara, pequeño. Hoy os voy a contar la historia de un soñador, una de esas personas que la vida te las pone delante para aprender de ellas y de su filosofía de vida» «Su filoso ¿qué?» «jo jo jo -rió el abuelo- su filosofía» «¿Y eso qué es?» «Se puede decir que un modo de vida, una forma de actuar y entender las cosas. Una forma de ser» «¿Quién será éste?» Se preguntaban los nietos en silencio con cara de espera a que se encienda la bombillita…
«Quitad esas caras de curiosidad…su nombre se lo puso el guerrero, y lo llamó el Filósofo de Nervión» «¿De Nervión? ¡¡Ole, ole!! como el Sevilla, abuelo, ¡¡como el Sevilla!!» «Exacto, peque, como tu/mi/nuestro Sevilla. Él nació allí, se crió allí y mamó Nervión de una punta a otra, y como no podía ser de otra forma, sevillista por los cuatro costaos. Es más, su guerrero, lo tiene como su mano izquierda –será la derecha ¿no?– No, no…siempre la izquierda…
El guerrero pensó que era la única persona capaz de escribir lo que él quería del Sevilla, y que su forma de sentir el sevillismo era lo que necesitaba La Morada. «¿Nos vas a contar una historieta del Sevilla, abuelito?» dijo su nieta favorita.» «Para nada. Resulta que el Filósofo se convirtió a parte de en el mejor cronista, en el Filósofo de la amistad, del amor y por desgracia del desamor» «Alaaaaaaa, ¿todo eso? –Todo eso y más– pues venga, venga que tengo un amiguito al que te prometo que se lo contaré esta tarde» «Hijo, sólo prometas aquello que puedas cumplir, y recuerda lo que dijo Moliere, –¿qué dijo?– pues, que os hombres son todos parecidos en sus promesas. Sólo en sus acciones es donde difieren. Así resumió el Filósofo su historia«.
«Ofuuuuu, yo quiero más…» «¿Más? -dijo el anciano abuelo- pues pincha en la foto y disfruta de las promesas del Filósofo»
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