Tengo por costumbre pasear por Sevilla y recordar viejos establecimientos que entregaron su sevillanía al mundo entero y que por una causa o por otra, desaparecieron después de muchísimos años defendiéndola.
Suelo pasear bastante por el centro y particularmente me gusta la calle Sierpes, tiene para mí el recuerdo de haberla vivido cuando chaval.
¡Cuántas veces fui a casa Ochoa para comprarle a don José Rubio, sus agujas de ternera, aperitivo que no podían faltar en su merienda!
Uno de estos establecimientos es el que durante toda una vida se dedicó a la venta de paraguas, abanicos y complementos para que la mujer pudiera lucirse en nuestras fiestas.
Me estoy refiriendo en concreto a “Casa Rubio” establecimiento que fue uno de los pioneros en solucionar al sevillano y al turista en general, su problema con la lluvia. En él se podía encontrar desde el paraguas más asequible por su precio, hasta los que tenían doble varillaje y su puño de madera forrado en piel, además en caso de rotura era la única tienda que tenía su propio taller para solucionar el problema de su paraguas y dejarlo en perfecto estado.
Tenía unas colecciones tan variadas de abanicos que difícilmente te podías marchar sin comprarte uno.
Si buscabas las clásicas castañuelas, allí podías encontrar las que producían el sonido más agradable y para su muestra, Antonio encargado de la tienda se ofrecía para deleitarles con unos toques a compás inigualables.
En cuanto a los complementos femeninos, desde la clásica mantilla española hasta el rosario de nácar y sus zarcillos a juegos.
Esta tienda se encontraba en la popular calle Sierpes, en el número 56 y hasta tuvo su propio eslogan, conocido por casi todos los Sevillanos,” Pues cómprate un paragua en casa de Rubio, casa Rubio, Sierpes 56”.
En definitiva fue un establecimiento que nunca tendría que haber cerrado sus puertas, porque ¿Qué Sevillano nacido por los años 5O no pasa por la calle Sierpes y se acuerda de esta popular tienda?
Yo la recuerdo con mucho cariño, porque tuve el honor de conocer y trabajar para un hombre maravilloso como fue Don José Rubio, que la supo gobernar y dirigir, durante tantos años, sabiendo aguantar las olas de las ventas, que no siempre fueron buenas.
Tengo que decirte que me ha encantado leer la palabra zarcillo, una palabra que ha perdido su uso. Para mí tiene un regusto a Triana y me encanta haberla leído después de tanto tiempo.
De la calle Sierpes, no he podido evitar recordar un pequeño local donde se limpiaban zapatos…seguro que también lo recuerdas, donde trabajaba un hombre con genio que ahora no está con nosotros, pero que recuerdo perfectamente verlo limpiar botas en aquel pequeño espacio con el olor inconfundible a betún.