No sé exactamente cuando apareciste, ni siquiera el modo y mucho menos cuando zarparás hacia nuevos puertos.
No sé exactamente qué hice mal para que llegaras a mi vida de esta manera, casi sin avisar y me corroas cada segundo de existencia.
No sé exactamente si es un castigo o un premio venidero, posiblemente ninguna de las dos cosas…
No sé exactamente cuál es el motivo de tu visita. Sólo tengo claro que desde que volviste a aparecer me siento bloqueado, has conseguido destrozar esas sensaciones que llamamos sentidos. No recuerdo la última vez, pero sin duda sería más o menos igual de traumática que ésta. No tengo secuelas de aquella marchita ocasión. No eres importante para mi…
No puedo pensar con lucidez, te tengo en mi mente desde que apareciste, mi respiración se hace agónica, de mis labios salen los ecos que mi garganta vocifera. Todo ilegible, todo en otro idioma. Convulsiones…
No dejo de vivir en un duelo continuo, mis ojos lagrimean por tu culpa, sí, por tu culpa y se me olvidó vestir de negro. Lo más seguro es que nadie haya caído en el campo de batalla de la vida, -¿y por quién lloro?- No sé exactamente la respuesta, ahora mismo no me da para pensar, ni para casi mantener mis pulmones llenos de vida, mis manos no sienten como sentían, el frío se ha instalado en mi pecho desde tu llegada y sólo me dedico a llegar al final del día cuasi arrastrándome por esos mundos de Dios, dónde en muchas ocasiones Dios ni apareció…
No entiendo muy bien de tu existencia -¿por qué me castigas? ¿tanto mal he hecho?- Exactamente no es un castigo, aunque me estés castigando, no he hecho nada malo aunque el mal lo llevo por dentro. Trato de expulsar del cual exorcista que elimina los malos espíritus y tú no sé exactamente lo que eres.
Las medicinas no me arreglan lo que llevo por dentro, mi pecho duele, no me gustan las cosas como antes, y mi vista sigue opaca y llorona, llorona por tu culpa, opaca por quién sabe qué motivo…
Todos dicen que es cuestión de tiempo, y eso parece ser verdad. Llevo unos días sufriéndote y me parecen semanas. No sé estar así, me estoy volviendo loco esperando tu marcha. Mi madre dice que soy muy mal enfermo, pero élla no sabe lo que llevo por dentro…
No sé exactamente cuanto durará este bloqueo, ni las lágrimas, ni el dolor de pecho, ni tan siquiera el frío que invade mi ser, sólo sé que el día que te vayas quedaré con unos amigos y brindaré por tu marcha; mi querido resfriado.
Ayfe says
5 diciembre, 2011 at 11:26Al final del relato me has hecho reír. Con eso me basta. Gracias
el filosofo says
5 diciembre, 2011 at 17:51me alegro de tu vuelta…me gustan estos escritos en lo que cada uno piensa lo que quiere hasta que llega al final… jajjaa!!! son muy de locooooss!! 😉