Hoy, como de costumbre, me tomo mi té de diario. Té que ya no me sabe ni dulce ni amargo, hace tiempo que tiene un sabor salado. Mar de lágrimas que rebosan en mi taza, lágrimas almacenadas gota a gota directas desde la incomprensión sufrida por mi alma.
Con qué celeridad se fue llenando durante un tiempo, tiempo en el que mi desconsuelo sufría por mi consuelo eterno. Eran tiempos de preguntas, tiempos de respuestas sin saber cual era la correcta. Mejor no preguntar a querer conocer la verdad, me decían. Solo tiempo al fin y al cabo.
Mañanas alegres con la ilusión e impaciencia del resto del día, noches de tristeza, engaño y pena. Todo en un mismo sentir y con una misma persona, en tal brevedad de tiempo que sorprendía sin posibilidad de reacción. Sorpresa que se convertía en duda y con ella más preguntas y sus “desconocidas” respuestas y otro poquito más de té.
La taza siguió llenándose tan rápidamente que desbordó, vertiéndose gran parte fuera. Cascada salada que salpicaba todo a su alrededor, estropeando ese entorno preparado que no real y sí fingido, que había conseguido imaginar.
Poco a poco la taza se ha ido vaciando, ya no importan las respuestas y ni recuerdo las preguntas. Hubo sorbos que con el tiempo se endulzaron y otros que fueron sabrosos en su amargura. Sorbos cortos y rápidos o profundos y prolongados, de todos saboreé lo que me ofrecían, siempre del mismo vaso, siempre del mismo té.
Ahora quedan solo los posos y ahí está la esencia perdida, perdida porque se fue con las lágrimas su pureza, lágrimas que me abandonaron con los sorbos del tiempo.
Hoy, con el penúltimo sorbo de mi té salado, vuelvo a sincerarme. No te deseo nada malo, pero a diferencia de un tiempo pasado tampoco nada bueno. Cosas de haber dejado de creer, sin querer haberlo hecho y de la indiferencia producida por la auto-anestesia de mi día a día.
Nunca te pedí nada ni te puse ataduras, solo quise que compartieras tus inquietudes, sueños y tristezas conmigo. Aunque yo no lo hiciera siempre. Por eso no seré yo quién te juzgue porque todavía yo no me he juzgado.
Ahora solo quiero disfrutar de otro sorbo de té y terminarme por fin esta molesta y desagradable taza que un día me sirvió la vida.
ÁS_FdN
Melva Hernandez says
14 marzo, 2012 at 03:58Muuyyy bueno lo qdices aca es tan cierto como tu Té salado me has dejado pensando !!! Filosofo esto me ha dejado con ganas de leer mas…..