Nuevamente te doy la bienvenida a mi vida.
Un día, así por las buenas te marchaste. Sin decir ni adiós desapareciste y nunca más se supo de ti.
Muchas veces pregunte por ti a la gente pero todos me contestaban con un subir de hombros en prueba de la poca idea que tenían.
Todo el tiempo que estuvimos juntos, nuestra relación llegaba a ser incansable.
Dada mi forma de ser, tu presencia se convertía en inevitable. No podía vivir sin ti. Si yo estaba, tú estabas seguro.
Tus familiares también han sufrido mi constante necesidad de ellos y ya se sabe; de tal palo tal astilla. Si uno es bueno, los demás por descontado que lo son…
Me ciño ahora a tu adiós. Nada paso entre tú y yo, salvo que se nos pudo romper la relación de tanto usarla. Como he dicho antes, allá donde fuera yo, tu presencia estaba garantizada. Más de un conflicto recuerdo tener por culpa de tu existencia. Que le voy a hacer, son esas fases de la vida en las que me sentía mejor si estabas ahí.
Como ya conté en el post de los cambios bruscos, me acostumbre a ti, y de forma brusca desapareciste. Me costo; me costo más de lo que pensaba el no tenerte a mi lado, pero lo superé porque no hay nadie imprescindible en esta vida.
Ahora que has vuelto a aparecer, regresas y parece que fue ayer el día que te marchaste. Nada ha cambiado entre tú y yo ,solo que ambos somos un poco más viejos. Algún cambio en nuestras vidas hemos sufrido pero tu presencia en estos días vuelve a ser imprescindible, y en mi cara se vuelve a dibujar una sonrisa por tenerte cerca.
No sabes como me alegro de que mi coche vuelva a tener Aire Acondicionado…
el filosofo says
17 mayo, 2012 at 23:41Pues solo por encima de 30 grados debes ponerlo…si no ventanilla y aire natural!! 😉