Sentado bajo tu no sombra, disfruto y me alegro que hasta la primavera te haya privado de tus flores y no impidan que el Sol toque y bañe mi piel con sus rayos.
En este momento tú eres mi única compañía, junto a unos pájaros que revolotean animosos entre tus amigos más frondosos y una leve brisa que nos refresca.
Me tumbo cerca tuya, lo justo para no molestarte ni que tu presencia se sienta invadida por la mía. Ambos contemplamos nuestro alrededor, tú lo haces obligado y yo por gusto. Pero realmente no solo estoy por eso aquí, quién sabe por qué estoy.
De entre todos los que allí había, sin necesidad ni rumbo, acabé bajo tu cobijo. Y mira que los había más llamativos, aunque seguro no más hermosos, pero he acabado aquí contigo.
¿Qué fuerza me ha hecho llegar hasta ti? Casualidad o necesitaba venir a este sitio a dejar que mi mente volara y dejara sentir a mi alma su libertad.
Quizás solo vine a darte los buenos días y por eso hasta el Sol hizo su presencia, o fue el Sol el que hizo que viniera a verte, aun sin conocerte.
Nada de eso importa, me siento tan relajado y tan a gusto que aunque cuando me giro no te veo, sé que no te moverás y sigo tranquilo. Y siento que tú también lo estás.
Por aquí no hay nadie que nos moleste y menos a estas horas, quizás cuando el Sol empiece a dejarse llevar y varíe su posición tengas más compañía. Solo tú lo sabes, yo no estaré. Me quedaré esperando de nuevo a este momento en el que me relajo estando contigo, deseando que se repita eternamente.
Antes de que llegue el instante de la despedida, me tumbo a tu vera de nuevo y veo como el Sol pasa entre tus ramas sin flores y llega con la intensidad necesaria que reclama mi piel para calentar a mi alma. Y solo con eso sonrío…
ÁS_FdN
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