Este relato se suele centrar en esas mismas horas del día; esas horas en la que vivir se hace cada segundo mas difícil.
Ahora mismo estoy en esa franja horaria en las que vivir es difícil, imposible, pues imaginad escribir. Pulsar cada letra se convierte en un esfuerzo sobrenatural, cada movimiento de dedos se hace eterno, cada pensamiento un sueño eterno del que es complicado salir.
Me siento inmiscuido es una espiral de pensamientos pesados; pesados por una cosa, pesados por la otra.
La primera cosa se debe a lo característico de esta franja horaria; la segunda cosa también.
La primera cosa se debe a mi tierra; la otra cosa también.
La primera cosa existe por naturaleza; la segunda también.
La primera y la segunda cosa se suman y me sugieren una parálisis dura de vencer.
Una, la primera es una digestión más o menos pesada, de un almuerzo más o menos copioso; la segunda, un clima maravilloso pero que es matador al mediodía y primeras horas de la tarde.
Una cosa y la otra son típicas de la franja horaria de la muerte, y es que en Sevilla debería estar prohibido trabajar al mediodía por el bien de nosotros mismos.
Y recuerden: más de cuarenta grados perjudica seriamente el rendimiento de un trabajador.
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