Camino de noche, bajo la luz de la luna y de unas farolas que tímidamente alumbran el paseo. La Luna llena brilla hermosa y se esconde entre los pocos edificios que rodean a un lado de nuestro caminar. Al otro, la inmensidad convertida en mar tranquila, en oleaje que calma mi alma y sosiega mi ser.
A un lado la Luna y al otro la Mar, una temerosa de molestar desaparece intermitentemente. La otra rompe en silencio sus olas casi sin querer, dejando música de paz. Ambas con sus vestidos de gala, la ocasión lo merece y ellas dos no podían faltar a la cita.
Entre esas majestuosidades nosotros dos, caminando juntos sin rumbo. No estamos solos, hay más gente. Pasan a nuestro alrededor como pasa el viento, sin llegar a ser molesto. Más bien nos acompañan, participando de ese momento nuestro.
Al fondo un muro, meta de un camino que no quiero que acabe. Límite que desconozco, no se ve bien y yo no recuerdo haber estado allí nunca, ni sin ti. Quizás por eso tenga tanto empeño en llegar hasta él y descubrirlo contigo.
Marcamos como objetivo tocar el muro y volver, el final para alargar el paseo lo máximo posible, sabiendo que no puede ser para siempre, porque el siempre no existe.
Llegar significa volver, pero volver implica contigo, poder repetir el camino de ida y mejorarlo, pero sobre todo disfrutar de ti.
Noche de verano, viento suave de levante que remueve todo a nuestro alrededor agitando mis adentros. Paseo eterno por el que camino lento, porque no tengo prisas de hacerlo si es contigo a mi lado.
ÁS_FdN
Melva Hernandez says
4 julio, 2012 at 04:56Woooow que profundo ……………..
el guerrero says
4 julio, 2012 at 07:25Sigue caminando y no llegues nunca al muro. Camina, caminante…