Hola a todos. Mi nombre es William, o así me llaman algunos por comodidad. Estoy viviendo algo insólito estos días y mi descubrimiento de ayer no tiene nombre. Bueno sí, le dicen playa.
Llegué al sur de Europa y un calor especial recorrió mi pequeño cuerpo. Una camiseta fucsia con un águila en el pecho me dieron la bienvenida y un montón de chavales, todos morenos, tratan a cada segundo de que me sienta un rey.
De todos esos que digo que me tratan genial, hay dos, más mayores que incluso me han llevado a su palacio, donde tienen un lago artificial que le llaman piscina. Estoy todo el día comiendo cosas riquísimas y me cuidan y protegen. Incluso me han comprado una gorra que tiene que ser una especie de amuleto de la suerte porque desde que la llevo, todo es genial.
Ayer, me llevaron a otra ciudad cercana y ahí fue donde vi, por primera vez, una cosa que jamás pensé que existiera. Le llaman playa.
Les cuento, llegamos, todos con las camisetas rosas, y nos bajamos de un autobús en un lugar donde hay un suelo muy extraño. Le llaman arena y tiene una cosa superdivertida: ¡¡¡¡está lleno de piedras!!!!
Todos los niños, muy valientes ellos, se pasaron la mañana en el agua. Yo mientras, hacía una colección de piedras preciosas y llenaba dos vasos de cartón con ellas. Yo no podía bañarme, el agua se movía…
Unos señores con amuletos como el mío, pero de otros colores, se dedicaban a repartirnos fruta de todos los sabores. El agua seguía moviéndose…pero llegó un loco y me obligó a hacer algo que jamás hubiera pensado. Me metió, poco a poco, en ese movimiento de aguas frías. Me engañó y con la excusa de los manguitos del palacio de los juguetes, me adentró de su mano.
El movimiento de ese agua con burbujas hacía que tuviera que agarrarme a esa gorra roja para que todo fuera bien. La frialdad se parecía a la de
mi pueblo y el movimiento me tiraba para atrás. Poco a poco, me fui adentrando y, a pesar de haber un intento de escapada, el de las barbas me volvió a meter en el agua y ya no tuve escapatoria posible.
Tres horas después ahí seguía en el agua que se movía; hice un par de amiguitos de mi misma estatura que no entendían nada de lo que decían. Ellos decían algo así como «no te entiendo pisha», pero no sé qué significa.
Bueno, os dejo que me voy a bañar en mi lago particular, pero antes, un zumito fresquito y un pastelito de chocolate, siempre con mi amuleto de la suerte.
Adeyi says
3 julio, 2013 at 11:00Me encanta, simplemente genial. Uno de los mejores post que has escrito, y no porque se trate de uno de mis Pequeños Rubitos. Seguro que Ilia, mas conocido como William, le agradece a ese de las barbas que le ayudara a entrar en el agua… Jejeje
el guerrero says
3 julio, 2013 at 12:03El Filósofo sería un gran padre de acogida…
el filosofo says
3 julio, 2013 at 12:09olé! 😉