Te marchaste sin avisar, sin despedirte de los que te rodeaban y de una manera un tanto extraña.
Te marchaste o hicieron que te marcharas, más bien…, ya que poco pudiste hacer tú para evitar tu destino.
Dejas atrás un hueco, una huella imborrable que será imposible sustituir para los muchos que, como yo, hemos crecido a tus plantas. Nací y fuiste de las primeras cosas que vi, de las primeras cosas con las que jugué de pequeño. Nunca olvidaré como mi pequeño brazo de infante, trataba de alargarse para que de un pequeño tirón atraerte hacia mí para sentirte cerca y yo ser el hombre más poderoso de la Tierra con no más de tres-cuatro años…
No hubo momento para la despedida y aunque muchos ya te echamos de menos y no entendemos tu marcha, no será online pokies hasta bien entrada la primavera y en ese verano de balcones abiertos cuando realmente se haga patente que no estás.
Ya descansas en el Paraíso de los que nacieron para dar ese toque de gracia y ese aroma inconfundible de los más grandes.
Se marchó el árbol del paraíso que me vio crecer desde que llegué al mundo. Mundo desde el que te han mandando al Paraíso los podadores que han dejado la calle como el cementerio de La Novia Cadáver.
De flores del Paraíso era tu copa, y al Paraíso de los buenos árboles te han mandado…
Cuando un gnomo se marcha, se convierte en árbol, ¿cuándo un árbol se marchita se convierte en gnomo? Ojalá pronto me llegue tu inconfundible frangancia en forma de duendecillo de capirote colorao por algun matorral cercano.
Hasta siempre.
Antonio Borrego says
20 febrero, 2014 at 12:51Simplemente… PRECIOSO!!!