Pasada la vorágine de su momento cúlmen, una visita a un lugar especial y especialmente blanco, me depara una imagen, más bien dos, o dos que generan una misma…
Visita a un lugar especial donde muchos, muchísimos depositan toda su Fe y su Esperanza, donde la devoción es desborde de sentimientos y donde, a riesgo de perder las formas, los más más del lugar «se adueñan» de lo más más suyo…
Sí, os hablo de la Ermita del Rocío…
Una visita en medio de un fin de semana de relax que me deparó esas dos imágenes que confluyen en una única y en un único camino, el camino que te lleva lo más cerca posible con todo lo divino que te extrae de la realidad más deseable, o indeseable, según el caso…
Mientras muchos rezaban en su banco y se perdían en lágrimas, oraciones y mucho silencio, un grupo de devotos apareció y de sus pechos surgió una Salve que llenó la ermita de fe y una melodía muy familiar para todos. Melodías acompasadas por muchos flash de aquellos peregrinos que se acercan a fotografiar a su Virgen del Rocío y llevarse un recuerdo en forma de postal que les sirva paa recordar el viaje y por casino qué no, echar un «Avemaría» de vez en cuando…
Un poco a la derecha del Altar Mayor, donde se encuentra la imagen de la Virgen, un joven sacerdote reza arrinconado en la capillita del Sagrario. Si esos peregrinos se hacían notar por sus cánticos llenos de colorido, en el rincón de la derecha, cual boxeador noqueado por su fe, una estampa que me hizo pensar la de caminos que hay para llegar a Él…
Tras quedar pensativo unos minutos, nos metimos en la casa de las peticiones; en la habitación donde cada luz es un rezo; en las 4 paredes que guardan tanta fe; en el habitáculo donde las esperanzas se fraguan; donde Élla está en pequeñito; donde se llora de verdad…
Una vela por muchos…
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