Postrado en la morada acristalada catedralicia imitaré con desacierto al gran genio del Puerto de Santa María que en fechas pretéritas, recordamos su centésimo décimo octavo cumpleaños.
Postrado vienen recuerdos de apasionantes y bellísimas lecturas mientras cuestiome acerca de la veracidad de la certeza de versos primeros donde Rafael afirmaba fehacientemente que la columba erraba. ¿Realmente un vuelo al Sur, abandonando la puntualidad que marca sempiternamente la brújula es una errata? ¿Realmente erró?
Este Rey Santo se siente esa paloma de Alberti; déjense llevar por los vocablos encadenados de este manuscrito… no poseo alas pero Sevilla me otorgó las propiedades suficientes para volar en contiendas y batallas para reconquistarla cual enamorado que lucha a destajo por su damisela. Tras casuísticas cuantificadas por miles el Sur, mi Sur, el Sur de esa paloma, el tuyo, dejome anonadado por la singularidad de las coordenadas. Este Rey Sanyo también se volvió distorsionado como si interferencias constantes rondaran el ambiente de aquella reconquistada Sevilla.
Bien confundí su techumbre celestial con las aguas del Guadalquivir mientras mojaba mis pinreles en su orilla de Triana imaginando paseos infinitos en cúmulo acolchadito.
Perdí el Norte celebrando gozoso la ganancia del Sur y el corazón de la cohorte se hizo morada.
Anhelado Rafael, comprendo a esa paloma de tus versos. Yo también me dormí en sus orillas, en las de Sevilla… en las de Triana.
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