Pasada la medianoche, con el toque de queda instaurado hacía dos vueltas en mi reloj de arena, este Rey Santo de reojillo te miró y esplendorosa y más luminosa que nunca reinabas adyacente al Triunfo, desde tu Plazuela.

La tristeza era palpable aun sabiendo que tus hijos están a buen recaudo. Nadie podía cantarte.
La dicha se vistió de acierto pleno en la figura de Carlos III cuando te nombró Patrona de España.
Centurias a posteriori, Sevilla tuvo a bien ensalzar tu nombre sin mácula, y erigirte triunfante, homenaje incluido a una terna de ilustres y fervientes luchadores por tu nombre: Juan de Pineda, Miguel Cid, Juan Martínez Montañés y Bartolomé Esteban Murillo.
Caía el frío nocturno correspondiente y este Rey Santo hincó articulación en territorio majestuoso y sin capa ni guitarra exaltó su devoción ante Ti, Madre.
Sevillanos, no es casuística arbitraria que hoy gocemos de fecha gozosa, negatividad ante ello.
Sevilla, la muy Mariana, celebren con vítores la data actual.
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