En un puerto sin nombre, encerrado en la bodega de mi cascarón, velamen recogido, incesante lluvia que pone la sintonía de mis pensamientos al chocar contra la madera.
Vaso intermitentemente lleno de ron, sonrisilla torpe y picarona y alzándolo al cielo, salpicando allá por todo su recorrido brindo por ti.
En los mentideros se escucha que me abandonaron todos cuando solo se tomaron unas jornadas de asueto. Las malas lenguas ríen haciendo el chascarrillo simple acerca de mi dejadez, de mi abandono, sin adentrarse en los anhelos más profundos de este Navegante al que poco me importa si siendo en días de tempestad, cuando se sabe rebosante de elegancia por dentro.
Un nuevo brindis por todos y cada uno de los que gritan mi nombre en vano.
“Chin chin por ustedes!!!”
Y tú, siempre tú. Tu ausencia y tu presencia compiten entre alaridos tenues pero con la fidelidad apartando a la calavera del palo mayor.
Tú, siempre tú, la que nunca se bajó del barco, la que conquistó corazones y territorios junto a mí, junto a tu marinero siempre embriagado de ti.
A ti te debo mi meditar, mi sentir, mi pensar. Gracias por existir, mi bendita soledad.
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