Amanece un día cualquiera, bastante temprano para lo que su cuerpo necesita. La cama está caliente, si se asoma hace frío, no quiere.
Amanece un nuevo día, todavía está oscuro, pero alegre invita al sol a desperezarse de la noche. Para juntos poder afrontar una nueva jornada, una nueva batalla en balde repleta de sinsabores, una victoria sin vencedores.
Amanece siempre cuando más a gusto yace, cuando menos apetece. Ahora no es consciente, pero a lo largo del día irá recordando fragmentos de los sueños que ha vivido mientras dormía. Soñará despierta con algunos de ellos, otros nunca llegará a entenderlos. Habrá muchos de los que reniegue, pero ¿de qué reniega? Son sus sueños mientras duerme, no hay nada más limpio, más interior y personal.
Sueños mientras duerme, sueños casi sin control, que solo en sueños sueños son.
Amanece otro día, y ya estando despierta sueña, sueña con lo que le deparará el día, con si saldrá el sol y con si le acompañará en lo venidero.
Sueña mientras ríe, sueña mientras corre, sueña mientras vive.
Pasan los días y pasan las noches y seguimos soñando, hasta la llegada del sueño eterno, entonces todo se convertirá en pesadilla.
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