Cada mañana miraba a través de la ventana que daba a un campo cubierto de verde y margaritas, allí pasaba las horas intentando recordar, pero los escasos momentos de lucidez que la vida le regalaba no eran suficientes para sus intentos frustrados de encontrarse de nuevo a sí misma. La noción del tiempo hacía mucho que había desaparecido, así como toda una lista de nombres que en otro momento hubiera recitado de memoria. Veía a través de los ojos de los demás còmo se iba convirtiendo en un ser inerte que a pesar de todo continuaba respirando, pero esa mala cabeza suya siempre le jugaba malas pasadas, y ya no podía salir sola de casa sin desorientarse y no saber regresar.
Estaba encerrada en una mente que no era suya, encadenada a unos recuerdos distorsionados que le ofrecía su memoria a largo tiempo, de la memoria reciente mejor no hablamos, se marchó un día para no volver.
Le encantaba contar historias de cuando era niña, de cuando conocía algún famoso, qué más daba si era verdad o mentira, si para ella eso se había convertido en su Padre Nuestro.
No sabía decirte qué había cenado la noche anterior, pero te contaba con todo lujo de detalles cómo era la casa de vecinos donde vivió su niñez, quiénes eran sus amigas, a qué jugaban y sus primeros novietes…. Pero no reconocía a su marido, 50 años juntos, en una fotografía.
Ya peinaba canas, y su sonrisa recordaba a la de la Mona Lisa, una sonrisa casi hierática y estática donde era absurdo encontrar un rescoldo de veracidad.
Su hijo, sentado al lado de aquella butaca que mecía una vez tras otra sin descanso, la miraba como quien ve por primera vez un cachorrillo, tan desvalida, tan ausente de todo, pero tan presente en él.
Horas eternas en las que él leía y la observaba y ella miraba por la ventana sus ansiados campos, por donde un día correteó siendo feliz, jugando con sus hijos o aprovechando el aire y el sol puro del campo. Ahora estaba encerrada en su jaula particular, un pajarillo que ya nunca podría volver a volar, una sentencia en vida de encierro que no tenía marcha atrás.
Cuando su cabeza pensaba. sólo quería dejar de existir por no dar más preocupaciones a sus hijos a los que había visto crecer y madurar como adultos, ahora a ellos también los tenía amarrados a la soledad de su enfermedad….Maldita enfermedad….