Llegar a puerto no implica que necesariamente sea bueno y más cuando al entrar en un hogareño tenderete la imagen se me va hacia una taza.
No pienses que me he golpeado con algún mástil o que el ron me está causando estragos; la miro, te veo encarcelada, retenida, marchitándote en tu pena y sin haber cometido delito mas que el de nacer.
La naturaleza es tan compleja que naces vegetal y así puedes marcharte. En mi navegar por aguas con nombre e incluso sin él, hemos alistado batallones completos de naturaleza y fauna de toda índole, de perfiles tan diversos como cada uno de sus insignificantes aspectos.
El hombre manifiesta su crueldad más infinita en actos tan insignificantes como los aspectos de su propio reino. Su maldad mal entendida, su aprecio por materializar seres vivos y personificar lo banal nos llevan a confundir materia orgánica viviente y “sintiente” con una puñetera y horrorosa maceta de flores de tela.
Salir corriendo despavorido de aquel lugar con aquella taza en la mano que contenía una bella planta cuasi marchita y en el jardín de mis amores sembré un nuevo amor para que floreciera en libertad.
No duden un solo segundo. Quien roba a un ladrón, tiene cien años bebiendo ron.