No te prometí grandes ni fáciles riquezas; nada de barcos repletos de tesoros ni cubrirte con monedas de oro.
Te garanticé travesías incómodas, duras, donde demostrar arrojo y valentía y rezar con el cuchillo entre los dientes, tormentas perfectas, vientos huracanados y niebla tan baja y tan espesa que no pudiéramos asegurar que uno estaba al lado del otro.
Saqueos, huidas de pelicula, risas, borracheras entre amigos y alguna joya real que cayera en mi bolsillo así como por casualidad también iban en el saco de las promesas.
Niebla constante, nubes de polvo cubriendo ruinas y hallazgos de escaso valor material.
Batallas no nos faltarán, enemigos tampoco.
Reclutaremos -juntos de la mano- a nuestra banda, elementos indispensables con los que vivir, reír, beber hasta caer, llorar y sobre todo sentir.
La rotundidad de tu respuesta movió las velas de mi navío, del nuestro, y juntos surcaremos los mares de uno al otro confín y no habrá oleaje que haga que nos detengamos.
Mascarón en proa, y norte en mi corazón.
¡Leven ancla e icen las velas! ¡Rumbo a la felicidad!