Querido diario:
Hace tiempo que dejé abandonadas tu páginas absorta en la realidad de mi día a día, y aún así cada minuto que pasa siento el remordimiento de no haber abierto los capítulos de mi vida que quise que se quedaran en tu interior.
Me siento rara, más pensativa de lo normal.Tengo la sensación de que algo no va bien. No es algo físico, es un halo que me rodea, las circunstancias, la sucesión de cosas que pasan a mi alrededor que no se descifrar con la claridad suficiente de quien tiene la mente despejada.Lo siento lejos, está cerca, a mi lado, pero lo noto a kilómetros de mí.

Cuando nos sentamos en el sofá, el compromiso de charla y compartir se esfuman de un plumazo, ya ha dejado de existir.
Sigue habiendo complicidad pero algo falla. No sabría decirte qué es, pero es tan real como que sigo viva. De vez en cuando risas, de vez en cuando miradas, de vez en cuando caricias casi casuales…
No, definitivamente todo ha cambiado. No podría decirte cuándo ni tampoco por qué, pero sé a ciencia cierta que lo ha hecho. Hasta la complicidad se ha ido diluyendo en una amistad por compromiso. Que difícil es esto, no se cómo plantearle mis pensamientos, ni los comederos de cabeza porque no llego a ninguna conclusión. Siempre hay excusas; el trabajo, el cansancio, el partido…
Y yo creo que la desidia y el aburrimiento es lo que de verdad pasa. Aburrido de verme al lado, aburrido de lo que antes nos reíamos, aburridos de nuestras salidas, de compartir tareas, de planear futuro, aburrido de esta vida que le agria el carácter.
Ya, ya sé que nunca fue una persona fácil, yo diría que ni siquiera agradable. Era tosco en sus formas, borde en las contestaciones pero en aquellos días para mi era parte de su encanto. Pero ya no está. Lo busco y no lo encuentro. Ese atractivo se fue devaneciendo con el tiempo hasta quedar enterrado bajo un montón de sensaciones a cual más vacía, más cruel y más fría.
Querido diario, sigo enamorada como el primer día, pero sé que él ya hace un tiempo que dejó de estarlo, y el corazón y la angustia que siento me quita el poco aliento que a veces siento mis pulmones. Necesito su calor y sus caricias, necesito sus besos y escuchar sus te quiero… Pero no me atrevo a decìrselo, cómo ponerle frente a las narices una realidad de la que ni siquiera estoy segura de que sea consciente…
No me queda otra que esperar en este eterno banco de paciencia, una señal por su parte de que aún sigue habiendo vida y amor en algún resquicio de su ser…
Ojalá, querido diario, y mañana pueda escribirte para contarte que los miedos se fueron y la espera terminó. Qué sería de mí sin ti, sin que me prestes tus hojas en blanco para yo poder volar, aunque solo sea por un momento.