No es la primera vez, ni la segunda y os garantizo que no será la última…
Así es el ser humano, sí. Lo de la paja en ojo ajeno o lo de la joroba del vecino vienen como anillo al dedo y es que la naturaleza humana parece seguir cogiéndole cariño a esa piedra que en el camino te hace tropezar. Tanto cariño que vuelves y vuelves con la única intención de caer y volver a caer como excusa para pedir ayuda, esfuerzos y exigencias al otro.
Constantes son las llamadas de atención de una manera u otra y las mismas se tratan de atender hasta que otro humano, en su Máximo egoísmo dice no. En ese momento el malo de la película cambia de cara y aspecto.
Y así, como os lo cuento es la vida, en su día a día, de todo aquel ser que vive de cara a un público que poco o nada agradece tu esfuerzo, -algunas veces bien cobradas y otras no tanto-.
Hoy, ayer o cualquier día de cualquier semana para el lector, estoy viviendo una de esas exigencias al prójimo más próximo, o sea YO. Remover cielo y tierra porque hombre, me hace falta, y si pones una pequeña condición que suponga un supuesto esfuerzo asumible, pero supuesto al final y al cabo, pues es que…
Y en esas, decides que NO, que aceptamos favor en la medida de la posibilidad pero demuéstrame que realmente lo quieres. Y claro, ya sabemos todos lo que ocurre cuando a un humano se le pide un poco de exigencia.
La humanidad se sigue yendo al traste y los padres somos grandes culpables de ello. Sigamos a ver hasta dónde llegamos.
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