Querido cielo:
Te envío esta carta a ti que estás más cerquita de ella, a ti que te convertiste en su hogar cuando dejó el nuestro.
No sé muy bien por dónde empezar, no sé si preguntarte cómo está o si nos ve desde su estrella, porque estoy segura que mora en una de ellas, que tiene su lugar privilegiado,un balcón con vistas a su niñez, a sus años felices allá en la sierra, pero se que hay otro reservado para ella. Uno desde el que nos ve y nos aconseja. Creo que es desde ahí mismo desde el que me manda las fuerzas cuando flaqueo, desde donde me escucha cuando lloro en silencio. La que me ve cuando me arreglo y me dice que guapa está mi niña. Desde ahí me sigue diciendo que estoy mejor con el pelo recogido y la cara despejada, desde donde cada vez que digo «deo» en vez de «dedo» me echa esa mirada que me hace rectificar.

Querido cielo, no dejes que nunca nos olvide y a mi que siga agarrándome fuerte de la mano como lo hace desde que se marchó. No quiero escribirle a ella porque no soy capaz de que las palabras me lleguen a mi cabeza, se me atoran aquí, en la garganta, con sentimientos tan fuertes que no puedo. Dile que añoro su forma de secarme el pelo, que echo de menos sus historias de niña, sus risas y sus complejos de una clase inferior a la que creía pertenecer, pero que yo siempre le defendía que no era así y ella me dejaba por imposible. Yo era su nieta vehemente, cabezona, luchadora, un poco arisca, también es verdad, la que planeaba los vestidos para que ella me los hiciera con tres meses de adelanto. Mi hermana era la indecisa, la que un día antes decía «este es el que quiero» y ella no dormía si hacía falta para que su niña lo luciera.
Querido cielo, permítele que siga abrazándome por las noches, sintiendo que la tengo aqui a mi lado, tan cerca.
Permítele que vea sus campos y también su tierra, que me enseñó a querer desde pequeña. Permítele estar con su hijo,mi tío, al que yo ni siquiera conocí porque se fue mucho antes que se fuera ella, al que lloraba cada día y cada noche como si con eso volviera.
Querido cielo, dile que la quiero mucho, que la añoro en cada paso… Que si viviera… Y conociera a sus bisnietos seguro que se le ensancharía aún más ese alma blanca que tenía. Querido cielo, dile a mi abuela que fue mi ejemplo y será siempre mi bandera.
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