Hoy me atrevo a escribir de día, en los huecos blancos de una manida publicidad que ha caído planeando desde una de las terrazas de bloque de pisos de enfrente de mi encartonada Morada.
No hay mucho hueco; tampoco necesito explayarme. La calor aprieta, el sol se hace presente, latente y muy potente y las mascarillas parecen sogas bien atadas y apretadas a los gaznates de todo el que circula por delante del mendigo de la calle, mientras esquivan el cartelón de petición de limosna para el cartón de tinto de hoy. Sin excusas, sin inventos.
Los veo y pienso qué están haciendo con sus vidas; horas perdidas planchando esas camisas de marca que les ha costado un riñón por llevar bordada la marca de un tío, como si de una res se tratase, horas interminables enganchados al iPhone; llamadas, mensajes, redes sociales para decir pamplinas, arreglar un mundo caótico inmerso en el propio caos que genera la propia humanidad, manillas de reloj que se desgastan de dar vueltas u vueltas y más vueltas mientras los poseedores de los pelucos corren y corren y siempre llegan tarde a todos sitios. Y mientras, mi duda es: ¿me siento o me tumbo en mi esquinita con mis cartones a contemplar la vida?
Respiro y soy consciente de ello; miro y soy receptor de miradas, unas buenas, otras de asco, pero consciente de todas y cada una de ellas; sonrío ante una breve escena familiar delante de mis narices, en la primera fila del patio de butacas de un teatro donde todas las entradas son mías y los actores interpretan una vida que no desean solo para mí.
La vida se les escapa mendigando placeres superficiales por el qué dirán los demás y así, así pasan días y días y acumulan arrugas y más arrugas, canas y más canas, depresiones y ataque de ansiedad que derivan en infartos, pastillas, arritmias y toda clase de efectos nocivos para sus organismos cuando veo caer una menesterosa moneda. Buen momento para ir a saludar a mi amigo el morito de la esquina y que Simón, el del Don, no el Ángel de La Morada, me haga compañía un buen rato.
Traten de ser felices y no la mendiguen…
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