Cuando iba al colegio, ya en jardín de infancia, lo miraban diferente. Las mamás de otros niños cuchicheaban entre ellas cuando él llegaba de la mano de su mamá, feliz y orgulloso, ajeno a todo mal. Un niño, feliz por el simple hecho de no haber llegado al mundo de los adultos. Un niño, sin más y sin menos. Una conciencia tranquila, una familia, una casa… Feliz por el simple hecho de serlo. No necesitaba nada más que salir del cole y ver a la abuela o al abuelo en la puerta con los brazos abiertos para recogerlo… Y aún así, esos ojos llenos de ganas e ilusión veían que lo miraban distinto. Un chico espontáneo, simpático, juguetón… Lo que viene siendo un niño.
Ese niño se convirtió en adolescentes y después de una infancia complicada, nadando entre diferentes orillas sin saber bien donde atracar, se decidió por la playa que le gustaba. Qué más daba el color de la arena o el azul que mostrara el mar, solo valía el sentirse agusto, el estar bien, saber que ese era su sitio, aquel donde no se normalizaban insultos ni se cuestionaba la bondad por razones que atacaban a los derechos fundamentales del ser humano.
Un lugar, por fin, donde no había nadie que se rasgara las vestiduras porque sus gustos no era lo socialmente aceptado, lo irracionalmente apartado y vejado, porque la norma había que seguirla sino estabas abocado a ser negado, vilipendiado, insultado. Si rompía lo establecido, entonces no había derechos para él, los derechos eran de los demás para vejarlo.
Aquellos ojos llenos de vida cuando era niño e iba de la mano de su madre, se apagaban con cada mirada de desprecio, con cada risa a sus espaldas, con cada insulto por desarmador amparados en una sociedad hipócrita y asquerosa.
Sólo le quedaba el orgullo de ser… ¿De ser qué? De ser él mismo.
NOTA: Ojalá algún día no tenga que celebrarse el día del orgullo, porque eso significará que la sociedad ha avanzado y que TODOS somos iguales, independientemente del sexo, independiente de tu gusto y a pesar de los descerebrados que espero sean cada vez menos.
Ojalá mis hijos, mis sobrinos, los hijos de mis amigos nunca tengan que ver cómo asesinan a alguien por ser diferente a ellos. Ni tengan que presenciar insultos, ni palizas. Ojalá la sociedad avance en algo, porque Lorca y Samuel están muertos por el mismo motivo.
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