Nada entorpece la calma ni los gritos desgarrados del silencio.
El eco rebota en las paredes y llega con la nitidez del que te susurra al oído un secreto.
La copa mullida del árbol difuminan la luz de la farola creando un clima perfecto ante mis ojos.
Todos duermen; ronquidos con sordina y los pasos lejanos son descalzos y de puntillas.
Mis latidos se ralentizan, casi se muestran en su mínima expresión; lo justo para poder escribir y seguir respirando.
Mi respiración es casi tan lenta como ellos. Latidos a ralentí, los ronquidos con sordina y los pasos de puntillas que entran y salen acompasados donde esos gritos silenciosos son el solo que estaba esperando.
Cayó la noche en el teatro de los sueños y el patio de butacas está inundado de almas sedientas de Paz y el director acaricia con su batuta el atril.
Comienza el concierto. Buenas noches.
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