Siempre me dejé llevar por los demás, por lo que todos y cada uno de los que me rodeaban esperaban de mí…
La hija responsable, la estudiante constante, la trabajadora incansable, la mujer responsable, la novia, la esposa, la madre… Alguien que nunca da un paso en falso, que siguiendo el camino marcado no se sale de los preceptos socialmente aceptados…
Siempre a la manera de los demás, nunca mi esencia ni lo que me gustaba realmente. Guardando unas apariencias que a veces solo eran fachada para agradar.
Hasta que la vida me enseñó que daba igual lo que hicieras, lo que dijeras, nunca se podía contentar a todo el mundo, y además, dejaba de contentarme a mí misma. Eso era lo peor…
Tenía mi personalidad, mi carácter, mi genio, mi forma de ser, pero muchas veces para evitar conflictos me amoldaba a las expectativas de todos, menos a las mías… Hasta que un día dije basta.
Ese día me liberé, ese día comencé a llevar la vida que me gustaba, tomé decisiones , que podían ser acertadas o no, pero eran mías… Algunos pensaron que me equivocaba, otros simplemente se molestaban… No estaban acostumbrados a que imperaran mis propias decisiones sin importarme lo que los demás dijeran o lo que los demás esperaban.
Hice cosas que jamás pensé hacer sola, tonterías quizás para muchos, importantes para mí. Y así, sin darme cuenta, cogí las riendas de mi vida, unas riendas que creo que siempre dejé sueltas para que otros marcarán el camino.
Abandoné tantas cosas que hoy no me explico por qué lo hice, pero no me arrepiento. Creo que me reafirmé aún más en mis ideas, en mis gustos reales, en mí.
Y hoy puedo decir que vivo como quiero, que hago lo que me da la gana, evitando reproches, y aunque a veces aún siento alguna mirada inquisitiva en mi nuca, he aprendido a que no me afecte y a que continúe reafirmándome en cada una de mis decisiones.
Así que desde la pecera de nadie, os invito a llevar a cabo esta especie de catarsis, porque sentirse libre y sin miedos es de las cosas más bonitas que se pueden tener en la vida.
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