Quizás va siendo hora de que dejes a un lado las prisas. De que te recojas esa melena que enloquece al levante en un moño alto. De que silencies tus pasos. Tus huellas. Tus sombras.
Y de que te descalces. Como hacías cuando apenas tenías cicatrices. Cuando apenas tenías arrugas.
Y hazlo sin miedo al qué dirán. Sin miedo a los miedos. Sin tener que dar tantas explicaciones.
Y que los vecinos de tu calle no sepan que decir cuando se asomen a cotillear para mitigar sus vacías vidas y te vean con una sonrisa perfecta. Sonora. Iluminada.
Atrévete a dejar a un lado esos zapatos que conocen como nadie los caminos de tus latidos, y te conocen a ti como jamás nadie llegó a conocerte, y bébete a sorbos lo que te queda de juventud. Lo que te queda de vida.
Y no cierre los ojos al besar. No evites decir lo que sientes. No te sientas culpable por hacer en cada momento lo que tu piel sienta.
Recuerda… sólo tienes una oportunidad de vivir bajo el sol de esta toscana sureña… y cuando seas un recuerdo de tierra, nadie te acompañará, nadie se morirá por ti, nadie llevará tus monedas ante el Barquero.
Así que… abre las ventanas de tus alcobas. Grita lo que tu sangre lleva macerando. Desahógate cantando, pintando, riendo,…
Y sé feliz… Solo sé feliz…
Con un libro en tu regazo al atardecer. Con un grupo de amigos al anochecer. Con un amante exhausto enredado entre tus sábanas de placer.
Da igual… hazlo como creas. Como sepas. Como te salga del alma.
Pero hazlo con los pies descalzos… así sentirás la vida postrarse y corretear ante ti..
Deja una respuesta