Así, como siempre he hecho, de tú a tú, con todo el cariño y el descaro del mundo, con menos compromiso que nunca.
No me mires así porque la situación es la que tú misma has provocado por tu manera de dejarte influir mientras te acomodabas día a día con la excusa de la pandemia y siempre echando la culpa a los demás.
Cómo cada día te siento, te presumo en público y te sufro en privado, en silencio, para que casi nadie sepa de lo nuestro.
El deterioro es tan evidente que donde antes sólo valían joyas, grandes viajes y entrega, ahora te vale bisutería barata, dejadez y el no salir de casa “porque para qué…”
Tesitura fácil, muy simple e imposible a la vez. Curiosa casuística.
He de reconocerte que en tantos años de relación, ganan por decenas las decepciones a las alegrías y aún así, aquí estoy a tu lado, tratando de aferrarme a la realidad para dar el paso definitivo -a día de hoy-.
No hay manera, calaste desde el primer segundo, hice lo posible y lo imposible y aunque jamás te pedí nada a cambio, aquí sigo. Me siento arrastrado, ninguneado y te lo puedo justificar con mil y un motivos y terminaré este párrafo igual que los anteriores: y no consigo desengancharme aunque lo necesite.
Me duele la boca de decírtelo, en petit comite, a los cuatro vientos, por twitter, por FacebooK y te lo diría si fuese necesario con señales de humo; pero no hay manera.
Me siento agotado, apenado, frustrado y con la sensación de haber vivido pero perdido tantos años cuando perder no es el verbo que habría que conjugar en estos casos.
Seguiría escribiendo cómo seguirá mi pecho, desgarrado, y escondido porque las debilidades no son buenas mostrárselas a tu enemigo. Sí, no cabe duda.
Lo dejo por hoy, me marcho porque hoy no es un buen día tampoco y así van…
Deja una respuesta