Cae la noche, todas las almas descansan en sus lechos y nuevamente, descansado del bullicio del día a día me siento ante ti esperando que hoy seas tú el que me digas algo.
Te encuentro agotado también, como triste y un poco pálido. Y muy muy callado…
La luna nos está mirando y espero que seas tú el que le digas al cielo que puede quedarse esperando.
Sigues callado, fijando tu vista en mí pero sin verme. Impasible e imposible es mantener esta calma que nos condena a los dos.
Cae la noche y mañana puede ser el día, el día D y llegará la hora H – o H y media como dijo aquel.
Ambos tenemos la cita que tanto ansiábamos y te encuentro desolado, afligido, apesadumbrado. Algunos le llaman miedo escénico…
Cae la noche y ni tú ni yo estamos muy locuaces… ¡con lo que hemos sido!
No hay excusas ni interrupciones; duelo a la luna pero ambos hemos olvidado las armas en casa. Vaya dos pistoleros…
Nada, no es el momento; hoy no es el día porque ni yo puedo ni tú debes aun debiendo…
Difícil postrarse ante ti sin palabras, viejo cuaderno…
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