EDITORIAL
Crecí con esa máxima, con el convencimiento y la inocente creencia en la objetividad.
Como vocación frustrada, periodismo en su versión deportiva, como titulación una y como vocación otra. Así es la vida de muchos pero no viene al caso.
Cómo os decía, crecí bajo el convencimiento de que la prensa era objetiva y que, callando muchas cosas, por ese manido interés general, siempre existirían periodistas capaces de decir la verdad absoluta, con pruebas y pese a quien le pese.
Hoy, todo aquello se derrumbó en mi pensar. Hoy, será que el espíritu de Peter Pan voló o serán las decenas de pruebas evidentes que nos rodean, pero aquella creencia en la responsabilidad profesional se ha ido al garete. ¿Pruebas? Mil.
Hoy se juega el Clásico, Madrid-Barça o Barça-Madrid, da igual… e información solo encontraremos en la app de La Liga cuando pongan alineaciones, eventos del partido y minutos jugados. El resto serán comentarios fundados o infundados de periodistas o comentaristas que no sólo verán el partido con la camiseta de uno de los dos equipos puesta, no, si no que sacarán su bufanda a los medios y ondearán su profundo sentimiento para justificar un sueldo.
Crecí escuchando a García en un viejo transistor y a lo lejos. Crecí entre estampas de Panini del Logroñés y del Sabadell y con la emoción de que un MARCA cayera en mis manos.
Hoy para saber la verdad de una noticia, sea deportiva, política, social, cultural o incluso cofrade, tienes que leerte los panfletos tendenciosos, pagados, de todos los partidos políticos, sentarte a meditar y leer twitter y la crispación social. Luego vas al psicólogo, le das 50€ y reflexionas sobre la vida. Cuando salgas, solo cuando salgas podrás tener una ligera idea del 15 o del 20% de la realidad.
Periodismo decían algunos…
Otro día os hablaremos de la “prensa cofrade”.
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