Si no me dejas hacer lo que me gusta, lo que quiero, sin darme ninguna razón coherente y sin motivo aparente.
Si me niegas el derecho a mi libertad, sin molestar a nadie, sin saber a dónde.
Si me obligas a ser como tú, siendo yo de distinta naturaleza a la tuya. Un intento de copia mala, de falsificación de rastrillo, con el alma tocada.
Si no puedo volar o al menos intentarlo, si no me puedo estrellar por mis sueños, aun sabiendo que son lejanos y que el muro se hace más grande a cada paso.
Si no me sueltas los amarres y no me quitas las anteojeras para poder mirar hacia los lados. Seguiré recto, solo recto, sin poder vivir y sentir más allá de lo enseñado.
Si me riñes cuando sonrío o te enfadas cuando lloro, sin poder expresar lo que siento, me acongojo.
Si te enfadas al llegar a casa, pasando la factura del pesado día, del atroz calvario.
Entonces me estás castigando, me estás limitando. Y ante tal opresión, sólo cabe la reacción. ¡A por ello!
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