Dímelo, pero dímelo como ligero murmullo que se canta, se grita a los vientos más íntimos de tu tierra.
Moriré con la pena de pisar tus Tablas; mi voz puede que no sea la del Carli, ni siquiera la de cualquiera de los postulantes de tu tierra pero ten claro que cada año, cuando llega febrero, abril o junio, la aguja empieza a hilvanar harapos magullados y arrugados para disfrazar mis penas y alegrías durante todo un año.
Dicen los entendidos del lugar que no pueden faltar los coloretes, pero tampoco una casaca negra envenenada que debe combinar con el resto del disfraz, del tipo…
Te debo una visita, una de esas para respirar Cadi, para suspirar Caminito del Falla, para tapear en el Manteca, para gastarme los euros en er Melli y sobre todo para descalzar mi alma y bañarme en tu orilla y que las olas de La Caleta rematen los pespuntes, pongan los brillos necesarios de su mar y hagan realidad la fantasía del momento atemporal que se recuerda por siempre.
Llegarán melodías poéticas, compases reivindicativos, quejíos de sinceridad y aunque nos falte el que nos falta, volverás como cada año a inundar mis sentidos que se desbordan con la misma pasión, desde que aquellas primeras agrupaciones me engancharan a esto que llamáis Carnaval.
Carnaval, dime tú el tipo y yo me lo enfundaré como cada año.
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