Según la RAE, fe es un término que engloba tanto a las creencias religiosas como una promesa, pasando por la confianza en el éxito de algo o alguien y todo ello sin la necesidad de que ni una ni la otra, ni la de más allá se confirme.
Desde mi palacio de cartón te aseguro que las hay buenas y malas; hay quién actúa de buena fe, y los hay con mucha mala leche que lo hacen con la peor de ellas. Incluso hay quien actuando de buena fe, se equivoca y tiene que elaborar una fe de errata.
No vengo hoy a contar nada sobre mis creencias religiosas, ni sobre las de nadie, ya que es un tema tan personal y complicado que quizás esta hoja de mi viejo cuadernillo, que poco a poco se va llenando de letras, no sea suficiente para que mis sentimientos y vivencias afloren. De algunas ya tenéis constancia.
Tampoco pretendo justificar esos rezos de última hora, esas peticiones absurdas para mí y tan satisfactorias y relajantes para otras…
Para muchos de ustedes, que vivís enjaulados en vuestra propia y elegida vida carcelaria, el instante ese en el que se tiene que enfrentar a una realidad decisiva es sinónimo de miles de rezos rápidos, absurdos para mí y perdonad que sea redundante, vacíos de contenido, que normalmente suelen ir acompañados de algunas estampitas erosionadas, como la mía, del paso de sus dedos, besos e incluso algunas, son hasta de segunda mano. “Niño echa esta estampa de San “tal” que ya verás como te trae buena suerte” ¿Buena suerte? Me hacía mucha gracia ver a mis compañeros con la mesa del examen llena de estampas y brujitas. ¿Quién sería el genio que inventó la brujita de la suerte? Su nombre lo desconozco, pero sin duda alguna, es un genio del merchandising…
Cada uno que crea en lo que quiera, si quiere creer, pero yo hoy os confesaré que mis creencias, quizás las pueda expresar o definir como terrenales, humanas incluso, y es que lo importante, deidades a un lado, porque en algo hay que creer o eso es lo que dicen, son las personas. Lo más duro de esta filosofía que os estoy describiendo mientras cae el frío del amanecer y mi garganta se resiente es que os veo y se tambalean mis creencias pero, ¿habrá algo más bonito que creer y confiar en la palabra de un padre o una madre? ¿Habrá algo más sincero que el abrazo de un amigo o el beso de tu pareja?
De nada sirve pedir sin dar nada a cambio…
Fijaos, desde los tiempos en los que el hombre es hombre y dejó de ser un animal cuasi racional, algunos no lo entendéis, no tenéis tiempo para pensar, ha tenido dioses, muchos, de todos los tipos y de todas las categorías de la vida. Eso sí, todos eran altos, guapos y bellísimas, salvo los malos, claro, esos eran muy feos y grotescos… ahora la sociedad, y digo ahora remontándome miles de años atrás, ha preferido tener una deidad más personal, más singular, algo menos angustioso que tener que presentar respetos a decenas de ellos. Todo se concentra en un único Dios, bueno su familia siempre será importante, lógico, aunque nunca la vean porque están bajo el mandato esclavizador de su jefe, Budha, Alá, mi Dios, todos son un único ser, un único ente, uno es gordísimo, otro se representa como un señor mayor con barba que deja todo el protagonismo a su hijo más terrenal y a la Madre de éste, y el otro prefiere no ser portada en ninguna revista cultural…
Pues yo creo que es hora de ser un poco más pragmáticos, nunca dejar de lado tus creencias religiosas personales, ¡nunca!, pero es hora de creer en las personas, de confiar en ese igual a ti que tienes al lado sufriendo como tú, y que nos puede aportar muchísimo, te puede aportar muchísimo. Me encanta creer en la palabra de un amigo, de un hermano. Las sociedades crecen gracias a los hombres que la hacen posible, creamos en ellos, démosle nuestro apoyo, que confíen en nosotros…
Es hora de vivir la vida junto a tu ser cercano, ese que se para a escucharte, ese que con un consejo que el no se aplica quiere que seas el mejor y que no erres como él lo hace. Ese mundo imperfecto, que surgió del Big Bang y que todos se lo achacamos a Dios, sigue creciendo, sigue evolucionando…evolucionemos con él y hagamos de nuestras vidas un jardín de infancia lleno de amigos de confianza mutua, porque yo, yo creo en ti…
Deja una respuesta