EDITORIAL
La semana pasada un hecho comprobado por nosotros mismos nos llevó a aquella Universidad donde se plasmaba lo que la inquietud y la justicia zarandeaba a la juventud para llevarla a ser artífice de grandes movimientos con grandes resultados para la sociedad, aunque no saliera en prensa y mucho menos en portada.
Ayer celebramos recordando cómo nuestros padres se tiraban a la calle, y tampoco repartían golosinas entonces, a pedir lo que era nuestro, lo que nos pertenecía. Andalucía se convirtió en una marea humana más verde y más blanca que nunca con unos fines muy claros: la autonomía.
Cuarenta años mal contados han pasado y de aquellas banderas reivindicativas, y algunas teñidas de sangre obrera solo quedan harapos envejecidos de los que cuelgan el deshilachar del tiempo. Atrás quedó la lucha, el ahora o nunca,…
Cuarenta años mal contados y Andalucía solo es conocida, de amera interesada, por la montera, el sol, los lunares y los chistes de algún que otro famosete. ¿Cuándo y cómo vamos a vender nuestras riquezas? Pero… ¿y nuestra cultura? Aquí parece que solo interesa turismo como ingresos cómodos, cochecitos de caballo por el casco antiguo y desgastar hasta la saciedad la playa.
Hoy, 5 de diciembre, solo ha pasado un día de aquel 4D en el que recordábamos y la verdad, ha pasado una eternidad que ya nos devuelve a la realidad que muchos terminamos por asquear incluso amándola profundamente.
El acomodo y la mediocridad sin remisión se han apoderado de un pueblo, cada vez más pobre, pensando que cada vez es más rico porque tiene dos sofás en vez de una mecedora, un teléfono de mil euros que pagamos en otros mil años y todos tenemos televisión de pago en casa que en algunas ocasiones, nos cuesta la vida pagar.
¿Nos levantamos?
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