Pasó por encima, como siempre.
La humilló un día más, otra noche.
Sin tregua y sin descanso. Excavó tan profundo que el corazón no pudo más y se paró. Aquel agujero del alma se asomaba al incierto abismo… y cayó.
Con la valía de un viejo hidalgo,
de metal armado, hacia gigantes,
con mi maltrecho caballo cabalgo.
Déjame marchar contra ellos,
no te interpongas, mi fiel escudero.
¿No ves que estropean los paisajes más bellos?
¡A toda velocidad, al galope!
Sin que esperen mi ataque,
aprovechemos el disloque.
¿Son demoníacos sus poderes?
Por más que ataco no les daño,
¿de dónde vienen estos seres?
Vamos para casa, mi señor,
son espejismos desde esta posición.
No existe batalla con tanto fulgor.
Postal metafórica del impacto sobrenatural que padeció el sevillano al otear soberbia torre en su izar.
Construcción arriesgada, en coordenadas comprometidas, en más de la unicidad hubieran deseado contra ella cargar y con un tractor al suelo con ella acabar.
Él, chaparrito y chapado a la antigua, ella esbelta, liberal y muy de aquí estoy yo.
Él, currante de verdad, ella influencer y con miles de seguidores en instagram.
El Tractor y la Torre, historia de un amor imposible.
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