Se acostó, temprano, como cada año, pero dejando a sus polluelos ya en los brazos de Morfeo, para que la magia de las magias hiciera su trabajo. Los nervios tampoco la dejaban dormir… Sus caras, su ilusión desmedida, sus ojitos hinchados porque era día de madrugar, casi a la amanecida…
Meses antes imploraba que sus majestades ese año también los visitara, a veces tenían demasiado trabajo como para preparar tantos paquetes, así que decidió dejar que aquellos Magos de Oriente hicieran el trabajo más bonito del año.
No eran ni las 7 cuando se levantó para ir al baño, temerosa de mirar y que no hubiera nada, y sin embargo pudo ver como una capa dorada sobrevolaba el salón desapareciendo por el final de un pasillo a oscuras. Volvió a mirar, y allí no había nada ni nadie.
Se volvió a la cama sin dejar de pensar en esa visión que había tenido unos minutos antes, y se dejó caer al vacío de su ensoñación y su cansancio.
Era la hora, sus pequeños con esa carita y esos nervios cruzaron la puerta de su habitación para preguntarle si habían venido ya los Reyes… No sabía si taparse hasta la cabeza y seguir escondida de sus propios miedos, o levantarse con ellos como un resorte para descubrir la nada de ese día.
La sacaron, literalmente, de debajo de las mantas, abrieron la puerta del salón sigilosamente, encendieron la luz… Y allí estaba todo dicho…
Globos inundaban el suelo, monedas brillantes de chocolate esparcidas por el suelo, paquetes con lazos grandes rodeaban los sillones raídos por el tiempo…
El asombro dejo paso a la emoción y a unas lágrimas que caían por su cara sin poder contenerlas dentro…
Allí estaban, aquella ilusión nocturna, aquella visión de capa dorada o corona de rey había sido tan real como aquello que estaba sucediendo…
La noche más especial del año, volvió a serlo, a pesar de todo, a pesar de todos, y se abrazó a si misma reconfortando un cuerpo cansado y tembloroso porque todo aquello era real, tangible.
Tan real como los gritos de sus niños, como las sonrisas que veía cada vez que abrían un regalo…
Una satisfacción tan grande, sin haber podido aportar nada a ese sueño, y sin embargo se hizo posible gracias a la magia de la vida.