Que se detenga el mundo de los excesos; que se paren los sentimientos en doble sentido y aparquemos la rotundidad de estos días en doble fila para darle paso a ese ratito de serenidad, paz y sosiego que al abrigo de un viejo papel me otorgas.
Escribo y te escribo mientras los pulsos regresan a ritmos conocidos, donde la inocencia vuelva a ser cualidad infantil, donde por desgracia la maldad tome su protagonismo evidente al desenmascarar esa falsa bondad que alguno quiere hacer ver en estos días, y donde se recupera la respiración tras días de agendas agotadas de cariño y amor.
Llenando de palabras una nueva página, y dando el verdadero pistoletazo de salida al año normal, al del currelo mal pagado, al del parado amarrado a la amargura, y por supuesto, al del beso de una hija que te quita los pesares, el abrazo de tu pareja que te recuerda en sentido de vivir y a esa cerveza entre compadres y amigos que entre risas y confesiones, inundan de sensaciones tus días.
Regresa la paz y el sosiego como os decía, pero no como excusa; no caben negativas para ser feliz salvo arreones inevitables de la vida que duelen, y mucho, pero que nos deben servir para recordarnos que hoy estamos aquí y mañana, allí. Y ambos adverbios definen multitud de situaciones de ese bendito y maldito día a día.
Aferrado a mi pluma, pongo punto y final a este escrito recordando lo bello de escribir.
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