El sol le quemaba la piel por momentos, las gotas de sudor se deslizaban por la cara en una inagotable lluvia salada, intentó abrir los ojos varias veces pero la desidia se lo impedía.
Se pellizcó el brazo fuerte para saber si continuaba en el mundo de los vivos y lo que sentía no era más que un sueño hecho pesadilla.
Se revolvía como una fiera enjaulada que quisiera rescatar a sus crías y alejarlas del peligro. Su respiración intensa, agitada casi en hiperventilaciòn, y de repente sus ojos se abrieron espantados, llorosos, rojos de ira, de impotencia…
¿Qué había sido aquello? Había sido real, por mucho que ahora estuviera rodeada de gente, aquello había sido de verdad, el dolor lo había sentido, la soledad también, el crujir de sus huesos al intentar incorporarse, el entumecimiento de sus músculos después de haberse llevado durante horas en una caja pequeña de madera camino del subsuelo. ¿Estaba ahora en el más allá o en el más acá? Es más, ¿estaba? ¿Seguía estando?
Su cuerpo se desvaneció lentamente sobre un asfalto gris hirviendo y sus ojos se cerraron de nuevo, esta vez no quiso abrirlos, esta vez dejaría que Morfeo o Tánatos la arrastraran al submundo que eligieran.
Cabrónidas says
14 enero, 2022 at 16:03La certeza de la muerte es peor que la propia muerte.