Así decidiste dejar mi hogar; se ve que te molestaba mi inapreciable presencia, incluso mis educados buenos días te irritaban.
Hoy has decidido por mí; mi Libertad se ha visto truncada por la tuya, por tu cinismo de hombre de negocios. Podría ser que se cayera fortuitamente un mechero encendido de tu maletín de piel y yo esté prejuzgándote e inculpándote por convertir mi palacio de cartones en cenizas.

Hoy cambio de barrio y no, no por un beso; cambio de rincón dejando atrás unos cartones y el cariño de una manta que me protegía de los gélidos fantasmas de la noche.
Hoy llegué a mi hogar, a mi más que humilde Morada y solo había cenizas que sobrevuelan levemente las calles de tu alrededor. Hoy no hay bancos, ni hipotecas, ni malos vicios; hoy el banquero se tomó su justicia por su mano y me expropió de mis paredes acartonadas.
Nunca sabrás que lo que no se puede expropiar es la conciencia tranquila…
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