La tele apagada, era nuestra noche, de esas que no se olvidan.
Quería algo romántico… Y que hay más romántico que unos buenos rollos soltados en un susurro a la luz de las velas…
Sintonía sensorial mezclada.
Sonido, visión y olor.
Intimidad intimidada.
Papel, lente y calor.
Atención interrumpida,
¡toc toc!, ¿quién es?
Apuro, que no me da la vida.
Ya salgo, no se enfade usted.
Receso durante la batalla diaria.
Libertad para lo sobrante,
con puntualidad horaria.
¡Vayamos a lo importante!
Te marchaste y contigo te llevaste la magia de todo lo vivido, lo disfrutado y lo sentido en una tarde eterna.
Te marchaste y sólo pude encender unas velas, mirar la televisión apagada y ubicar el papel higiénico por si urgía.
Añoro tu vuelta, querida luz, por muy amiga cara que seas.
Mirada a un pasado de letrina, de patio vecino, de felicidad extrema donde una televisión en blanco y negro reunía a toda la chavalería a merendar. Luego llegaban las noches y una vela encendida hacía dueto con nuestros estómagos vacíos. Eran tiempos difíciles.
Altamar, noche plácida sin sobresaltos. La tripulación duerme. Mi estómago me pasa factura de los excesos de todo el día pero el abordaje fue para rememorarlo y sobre todo, celebrarlo. ¿Una tele? ¿Quién ha robado esa televisión?
Oye, tráeme por favor papel que tengo escribir unas cositas antes de que se me olviden. Aaah, y apaga la tele…
No te dejes el flexo encendido, ¿vale?
El flexo dice… será cachonda!!!
Celia says
14 enero, 2022 at 13:34Demasiado cortos para mi parecer entendido Me encantaría seguirlos leyendo y llenarme de su linda prosa el mensaje está dado Pero siempre me quedo con hambre