“Andaluz, levántate y anda”, Evangelio Andaluz según Blas Infante, capítulo 2022, versículo 28-2.
Agarrarse a los Evangelios, al milagro de Lázaro para explicar lo inexplicable.
Tierra única, genuina, con más historia que la propia misma. Tal vez los libros de historia se crearon para contar todo lo que acontece en esta bendita tierra.
Al sur del sur, al norte del tercer mundo, ya pesar de esto, siempre centro.
Andalucia, tierra estratégicamente ninguneado; ninguneo aceptado por un pueblo agotado de asumir sin poder presumir de la grandeza de una cultura envidiada que salvo en escasas oportunidades asoma la cabeza antes de que se la intenten volver a cortar. Y sin bandeja de plata…
Andaluz, currantes de ayer y hoy y terratenientes del pasado; cortijo de señoritos a caballo, de mediocres afincados en la tradición mientras el currante se forma con la sangre de su sangre para ir a morir en la orilla. Olas de juventud formada y cultivada que agacha la cabeza por un jornal que más que jornal es explotación; técnicos, científicos y grandes profesionales humillados por el norte, por el centro y por el propio sur.
Tal vez necesitemos un milagro; tal vez ni el milagro surta efecto en una juventud acomodada en la miseria disfrazada de torero, oculta entre pitos de caña y trajes de lunares, escondida en el anonimato de un hábito nazareno, una vez al año…
Tierra nunca cómoda que se apaga entre acuerdos gubernamentales que nunca miran al sur. Sur que perdió el norte y la brújula y que a la deriva sigue sobreviviendo entre sonrisas… ¡ayyy esas sonrisas!
Tiempos difíciles, provincias que se pelean por migajas y un pueblo pasota que solo sabe protestar sin actuar permitiendo que la resurrección siempre sea para otros.
Tal vez el error esté en celebrar un 28 de febrero en palacios y entre ilustres y dejar atrás el espíritu de ese 4 de diciembre que tanto necesitamos.
Andaluces, levantaos!!!