De todas las grandes torpezas de las que presumo, contigo al lado, son menos. Se disimulan.
Mi talismán incansable, mi capa protectora y el espejo opaco antes mis viejos miedos. Mi peluche achuchable, que sin ser blando por fuera, se diría todo de algodón.
Bailar y bailar, y notar como mis torpes pies luchan por no tropezar ni pisar los tuyos. En ese intento desesperado, no de aparentar, sino de hacerte disfrutar de cada momento.
Cantar y cantar, porque deseo ser tu estrella solista que llena estadios, o el que desafina en medio de un coro en la misa del gallo. Pero cantando en directo, sin retoques y sin sonidos pregrabados.
Pensar y pensar, tratando de buscar la novedad en ese nuevo segundo, para que jamás parezcan repetidos los instantes ya vividos. Y aun siendo iguales las situaciones, nada sea lo mismo.
Escribir y escribir, narrando en cuentos todos tus sueños, cambiando el final a todas tus pesadillas. Rimando sin métrica coherente, saltando entre versos desordenados, mientras imagino mundos relatados y relato lo que veo en tu mundo.
Volar y volar, en avión, en globo, o saltando de la mano, yo te cojo. Siempre pendiente de lo de arriba, siempre atento, mirando abajo. Sin más preocupaciones que el horizonte de tus ojos, sin más distracciones que las curvas de tu sonrisa.
Y en esas que ando, tranquilo y a la espera. Nervioso y ansioso. Intentando, procurando.
Espérame que llego, y si voy tarde, que sea a tu tiempo.
Merecerá la pena, de eso no tengo dudas.
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