Qué tal, me alegra sentirte cerca. Eres tan tuyo y tan introvertido que, aunque todos queremos saber de ti, sentirte, e incluso controlar tu vida, pasas demasiado desapercibido.
Hablar contigo de ti ya me parece una osadía a la vez que un tremenda oportunidad que, como tú bien ves, no estoy desaprovechando. No como esas otras tantas veces en mi vida en la que perdemos queriendo ganar.
Ayyy, amigo… llegado este punto y después de oír hablar de ti tanto y tan Bueno y tan malo a la par, se me aparecen cuestiones, preguntas sin respuestas que estoy más que convencido que no quieres contestar, para que la sorpresa siga siéndolo.
¡Detente, por favor! Déjame decirte mientras caminas que te llevo conmigo, o yo voy contigo, la verdad que dudo y la duda me hace pensar en mi error; errores, batallas, caminos y carreteras secundarias que te confunden. Ya veo que no te paras a pesar de no tener nada contra mí.
Sigue tu camino, ese que marcas tú mismo y procura no detenerte para los míos.
Ayyy amigo justiciero… todos dicen, y si lo dicen todos será por algo, que eres capaz de ponernos en nuestro sitio. Pero lo hacen siempre en futuro y yo solo miro al presente, a tu último latido que da paso al siguiente y te pregunto, me pregunto, ¿será que mi sitio es este?
Ayyy amigo, amigo,… te perdemos y tú ahí impertérrito nos observas con aires de superioridad pero minimizados a la última expresión por tu incredulidad porque casi no se te siente, salvo cuando nos detenemos en tu movimiento constante, como dos sistemas inerciales que se alejan sin inercia y sin impulso y entonces notamos tu paseo sobre el mapa de nuestras vidas.
Ayyy amigo tiempo, ponnos en nuestro sitio pero como último favor te pediría que no corrieses tanto.
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