Quizás no deba pedir perdón pues nada malo te hice pero lo hago convencido de que así es como debo hacerlo y sin hacer más ruido que el que suelo hacer por propia naturaleza.
Decisión meditada en el dolor pero también en el convencimiento; decisión que me entristece pero que debía tomar por mí, por ella y por ti misma.

Un cuarto de siglo mal contado, triste redondeo para el manijero más exquisito y exhaustivo que posiblemente jamás tuvieras. Ahora eso ya da igual aunque sabes que no es así, pero eso se queda entre tú y yo.
Siempre aferrado y ondeando la bandera de la ilusión, cuando me lleva el viento no cabe otra que abandonar el barco, sin fallar a la tripulación y perderme por un mar infinito. El de el anonimato de tus tramos.
Me hice mayor contigo, junto a ti he conseguido rodearme de grandes, muy grandes, y batallas… pufff si nos pusiéramos a contarlas, ¿verdad? Quizás eso vaya a donde tú y yo sabemos que debe ir…
Podría extenderme tanto en el tiempo y siempre cumpliría los horarios establecidos, siempre por el camino del medio, ¡yo!, yo que soy el más extremista… pero no lo haré porque podría parecer que no quiero soltarte cuando ya formas parte de otra historia de amor.
No me preguntes si volveré, no me lo preguntes… no lo sé ni yo.
Se me paró el reloj sin esperarlo y ahora soy yo el que tiene que aprender a vivir sin ti y sobre todo saber si debo volver, si te necesito…
El tiempo ha marcado las horas y la hora llegó. Quizás sea verdad que todo pasa por algo y después de mimarte y cuidarte y ponerte siempre bonita, llega la hora de cumplir otra misión, más personal, mucho más pequeña y a la ves inmensamente grande.
El tiempo, y Ellos dictaminarán mi sentencia; mientras, caminaré por donde debí empezar y jamás hice, saltándome todo lo establecido y corriendo como a mí me gusta, para que juntos llegásemos los primeros.
No sé cómo despedirme y tal vez por eso no lo haga. Ha llegado la hora, curiosa y atrevida que sin previo aviso vuela liberando mis manos a la vez que las ata cual condenado no arrepentido.
Dicen que solo hay que arrepentirse de lo que uno no hace y te aseguro que no me arrepiento absolutamente de nada.
Trataré de liberarme de tus cadenas y poder poner mis cinco sentidos y el alma en cargarle las pilas a quién debo y seguir el camino que se me ha marcado.
Sin más, siempre, tu diputado.
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